jueves, 3 de noviembre de 2011

ZAMBRANO Y LA UTOPÍA DE LA BELLEZA IRRENUNCIABLE.






Por: Luis Domínguez Bareño
















"Vale más condescender ante la imposibilidad, que andar errante, perdido, en los infiernos de la luz."



 María Zambrano (Málaga 1904- Madrid 1991) es sin duda, una dama poseedora de una potencia filosófica incalculable, de la que todavía nos queda mucho que aprender; una filósofa, pensadora, que es viva imagen irreprochable de la inteligencia femenina. La mas alta representante de la luminosidad femenina aplicada al conocimiento de los asuntos mas entrañables de las Humanidades. Discípula de Ortega y Gasset, sale exiliada -"transterrada" diría Gaos- hacia América en el año de 1939, reside en Cuba, Chile, Puerto Rico y México, fué aquí último donde pasaría una temporada enseñando filosofía en la Universidad de San Nicolás de Hidalgo y, en  el mismo 1939, se sirviera del otoño de la ciudad de Morelia para escribir su obra "Filosofía y Poesía".

 En esta pequeña obra sienta sus reales un esfuerzo comprensivo intenso, donde la feminidad alcanza una lucidez prodigiosa en el entendimiento. Zambrano viene de su patria expulsada, con las esperanzas puestas en el renacer de su pensamiento y vida filosófica,  en las fronteras irreales de la utopía de un nuevo mundo. La imposibilidad filosófica funda destino, aplicarse a los estudios de la filosofía por la vocación de no poder dejar de hacerlo; desbocándose en una rebelión del pensamiento hacia lo acomodaticio y, por otro lado, encaminando una tendencia salvadora, asegura la supervivencia del logos pensante frente al desvaneciente abismo de la nada.

 "Filosofía y Poesía" es un laberinto inagotable donde el lenguaje, como una cobija de pétalos sobreponiéndose, se van turnando para hablarnos, poéticamente de la filosofía en un rato, y divagar filosóficamente sobre la poesía en otros ratos. Zambrano maneja una idea tajante a través de sus páginas, esa idea, a saber, es que la totalidad humana no se agota en una sola parte del pensamiento, cualquier manera de imponer la filosofía sobre la poesía y, viceversa, está destinada al fracaso; el humano es multiplicidad pero también unidad, la razón es buscada incesantemente por la filosofía, pero la poesía es hallazgo, encuentra al individuo arrojado en toda su mísera o dichosa humanidad.

 "La filosofía es un éxtasis fracasado por un desgarramiento. ¿Qué fuerza es ésa que la desgarra?¿Por qué la violencia, la prisa, el ímpetu de desprendimiento?"1 La fuerza que le imprime Platón al pensamiento desde sus inicios, tiende a imponer al logos esa violenta búsqueda de la verdad; ¿qué es ésto que veo? ¿lo real? sí pero insufiente, una copia barata de lo verdadero, un cacharro temporal comparado con lo eterno. En esa búsqueda Platón se eleva y se rebela, en el flujo de la esencia se monta encaprichado en su apuesta por el ser: la imperfección del mundo corrompible, cambiante y fugaz no es nada comparado con la perfección de la unidad intemporal de las ideas, de lo incambiable, de lo que se encuentra más allá de la superficie del mundo. La realidad, las cosas, la vida misma exprimidas hasta el tuétano cruelmente sin encontrar la idea fiel a sí misma. Desde entonces entre los filósofos se busca la verdad con infinito amor, se firma la renuncia al mundo por un vaso de unidad, por una gota de verdad: la incesante duda se esencializa en el persistente martirio de la interrogación.

 "Poesía es vivir en la carne, adentrádose en ella, sabiendo de su angustia y de su muerte."2 Esta es la realidad a la que se apega la poesía, la realidad caducable y humana de la vida misma con todos sus defectos temporales; el poeta se embebe de lo temporal y sigue el rastro de las cosas a través de todas sus imperfecciones, sufre por el deseo, por las sombras y fantasmas ardorosos de lo que fué y lo que será, el cambio como el estado natural en que se le presenta el mundo es aceptado, se vive en lo heterogéneo con la angustia de la aniquilación, esto es lo que imprime la poesía en la carne, el pleno conocimiento del inevitable devoramiento del logos como el consumo favorito del tiempo cósmico que todo lo absorve. "Vagabunda, errante, la poesía pasó largos siglos. Y hoy mismo, apena y angustia el contemplar su limitada fecundidad, porque la poesía nació para ser la sal de la tierra y grandes regiones de la tierra no la reciben todavía. La verdad quieta, hermética, todavía no la recibe...En el principio era el logos. Si pero...el logos se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad".


1 Zambrano María, Filosofía y Poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 2010, p. 17.
2 Zambrano María, op cit., p. 57.
3 Ibid., p.25.