martes, 7 de octubre de 2014

Caminito de la escuela

Caminito de la escuela…
-Dr. Humberto González Galván-

Caminito de la escuela/ apurándose a llegar
con sus libros bajo el brazo/ va todo el reino animal…
porque en los libros/ siempre se aprende/ cómo vivir mejor.
Francisco Gabilondo S., Cri-crí.

Todos somos auditorio, debemos aprender a escuchar,
en uno u otro camino, a luchar siempre contra el ensimismamiento
y eliminar el egoísmo y el afán de imposición de todo impulso intelectual.
H-G. Gadamer (“Sobre los que enseñan y los que aprenden”).



Dos palabras, la misma.
Don Miguel León-Portilla da puntual noticia de la palabra con la que los tlamatinime o filósofos nahuas, en un Coloquio llevado a cabo en 1524 que sería su última actuación pública, discuten con doce franciscanos colonizadores, “defendiendo [ante ellos] sus opiniones y creencias” religiosas, metafísicas y teológicas[1]. Traducidos con erudita fidelidad por León-Portilla, nosotros aquí sólo entresacamos algunas mínimas secciones de dicho Coloquio, a fin de destacar un tono, una retórica, un estilo o, mejor aún, un “modo de pensar”, el modo náhuatl que es el que, en última instancia, queremos reconocer también en el “modo zapatista de pensar”, que luego consignaremos. Dos modos de pensar y dos palabras, en última instancia, la misma. Así hablaron los tlamatinime:
Señores nuestros, muy estimados señores:
Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra.
Aquí, ante vosotros,
os contemplamos, nosotros, gente ignorante…

Y ahora ¿qué es lo que diremos?
¿qué es lo que debemos dirigir a
vuestros oídos?
¿somos acaso algo?
Somos tan sólo gente vulgar…

Por medio del intérprete respondemos,
devolvemos el aliento y la palabra
del Señor del cerca y del junto.
Por razón de él, nos arriesgamos
por esto nos metemos en peligro…
Vosotros dijísteis
que nosotros no conocemos
al Señor del cerca y del junto,
a aquel de quien son los cielos y la tierra.
Dijísteis
que no eran verdaderos nuestros dioses.
Nueva palabra es ésta,
la que habláis,
por ella estamos perturbados,
por ella estamos molestos.
Porque nuestros progenitores,
los que han sido, los que han vivido sobre la tierra,
no solían hablar así.
Ellos nos dieron
sus normas de vida,
ellos tenían por verdaderos,
daban culto,
honraban a los dioses.
Ellos nos estuvieron enseñando
todas sus formas de culto,
todos sus modos de honrar (a los dioses).
Era su doctrina
que ellos nos dan nuestro sustento,
todo cuanto se bebe y se come,
lo que conserva la vida, el maíz, el frijol,
los bledos, la chía.
Ellos son a los que pedimos
agua, lluvia,
por las que se producen las cosas en la tierra.
Y ahora nosotros
¿destruiremos
la antigua regla de la vida?
¿La de los chichimecas,
de los toltecas,
de los acolhuas,
de los tecpanecas?

Nosotros sabemos
a quién se debe la vida,
a quién se debe el nacer,
a quién se debe el ser engendrado,
a quién se debe el crecer,
cómo hay que invocar,
cómo hay que rogar.

Oíd, señores nuestros,
no hagáis algo
a nuestro pueblo
que le acarree la desgracia,
que lo haga perecer…

Tranquila y amistosamente
considerad, señores nuestros,
lo que es necesario.
No podemos estar tranquilos,
y ciertamente no creemos aún,
no lo tomamos por verdad,
(aún cuando) os ofendamos[2].

Así hablaron los tlamatinime, nos dice León-Portilla, sin servil sometimiento, aunque mostrando cautela y respeto. Después de todo, como vencidos, “no pude existir de hecho un plano de igualdad en la discusión. Sin embargo, no por esto dejan de oponerse con valentía a los que consideran injustificados ataques contra su manera de pensar”[3]:
Hablando ante numerosa gente y tal vez prefiriendo no ir demasiado lejos a la vista de los frailes, sólo esgrimen los argumentos que juzgan más apropiados para mostrar simplemente que el modo náhuatl de pensar en relación con la divinidad puede y debe ser respetado, por poseer ciertamente un rico y elevado concepto acerca del Dador de la vida y por ser igualmente sólido fundamento de sus estrictas reglas de conducta y de su tradición inmemorial.[4]

Ello ocurrió en 1524, ¿qué destino y qué eco de esa palabra atestiguamos hoy, en 2013? A casi quinientos años de aquel soberbio Coloquio, la escena histórica parece reiterar la misma trama dialogal. Con otros personajes y en otro decorado escénico, es cierto, pero preservando la misma soberbia, doble y desigual. Por un lado, la soberbia, arrogante y megalómana, de la requisitoria del fraile vencedor que enarbolaba inmutable a su dios único y opresor; Por el otro, la soberbia, por magnifica y sublime, de la respuesta del tlamatini que defiende con dignidad sus tradiciones y dioses ancestrales. Así se dio en 1524. Asá se está dando hoy, casi quinientos años después, en las sierras de Chiapas. Así y asá, dos modos, a la postre, el mismo. Ya no es hoy el cristianismo, portavoz ideológico de la monarquía colonialista de aquel entonces; hoy es el neoliberalismo, portavoz ideológico de los monopolios, también colonialistas, de este ahora globalizado; Un neoliberalismo disfrazado hoy tan mal de democracia como antaño aquel (el cristianismo), disfrazado de bondad y misericordia. Más bien caricaturas de aquello que pretenden respresentar. A esta soberbia intolerante (en el fondo la misma) se enfrentaron antes los tlamatinime con tanto honor y dignidad como ahora se enfrentan sus herederos, los pueblos originarios (entre quienes hay que contar, como se verá, al movimiento rebelde zapatista como unos de sus actuales voceros culturales). Tlamatinime antes, neo-zapatistas hoy; una y la misma admirable soberbia de sencillez. En efecto, aquellos (los tlamatinime) lograron resistir y preservar un modo originario de pensar cuyas características de humilde apertura, firmeza activa y capacidad de escucha al otro podemos reconocer todavía en los pueblos ahora llamados justo así, originarios: en sus tradiciones, sus lenguas, sus maneras de vincularse a la naturaleza, de vincularse a la vida-muerte, de relacionarse con sus dioses, de vincularse entre sí, etc.
A la anterior representación llegué luego de leer un largo documento de 172 páginas que me hizo llegar el compa Tito (Así se le conoce abajo; para “los de arriba”[5] es el Dr. Gilberto Piñeda Bañuelos). En este largo documento (que valdría la pena editar y difundir con generosidad) se recopila la experiencia extraordinaria de un movimiento vigente y vivo, lleno de símbolos y acciones organizados con tal congruencia en una visión de totalidad originaria, que cuesta trabajo no ser seducido por la estética que circula sus venas. Porque es su estética la que queremos resaltar aquí, no sin antes señalar la íntima vinculación “orgánica” de estos modos de pensar-ser originarios, vinculación que impide pensar lo estético separado e incomunicado de sus otros atributos culturales. Los modos de pensar-ser originarios son, en última instancia, religiosos, entendiendo lo religioso en su sentido más hondo y abarcador:
…entre los mayas y los nahuas, la religión no es únicamente un aspecto más de su cultura, y, menos aún, un aspecto que haya tenido como única finalidad la justificación del grupo en el poder para dominar y explotar a los otros [como el cristianismo]… sino que es, esencial e intrínsecamente, una vivencia del universo que impregna y dirige el sentido de la vida en su totalidad; para ellos, los dioses están en todo, son el origen y la generación continua de las cosas, son el espacio y el tiempo, y, por lo tanto, determinan todo lo que el hombre es y todo lo que el hombre hace.[6]

El modo de este pensar-ser originario choca así con el modo convencional que occidente ha adoptado con entusiasmo analítico a partir del ascenso burgués y la división del trabajo. Así lo constata muy bien Guillermo Bonfil Batalla:
... en la cultura occidental se pretende separar y especializar distintos aspectos de esa relación total (con las cosas del mundo): el poeta le canta a la luna, el astrónomo la estudia; el pintor recrea formas y colores del paisaje, el agrónomo sabe de la tierra; el místico reza ...y no hay forma, en la lógica occidental, de unir todo eso en una actitud total, como lo hace el indio ...(y esto conduce) al especialista que sabe cada vez más, de cada vez menos…[7]

El modo de pensar-ser originario, por su parte, construye formas de espacio-tiempo estéticos, formas de espacio-tiempo políticos, formas de estar, de conocer y de ser, andando los días como si fuesen caminos impregnados de símbolos, de dioses, de respetados valores culturales, ya viejos de antes (la lengua, el vestido, la madre tierra), ya nuevos de hoy (la democracia, la libertad, el medio-ambientalismo)… ¿no tendría que resultar de este nuevo sincretismo (sincretismo de abajo a arriba), una auténtica fiesta a los sentidos, una auténtica estética otra que sólo nuestra mala costumbre occidental segregacionista separa en compartimentos aislados? Apartheid de fuerza, que el auténtico poder no puede ser discriminatorio:
A menudo se ignora que el poder lo tiene siempre y solamente el pueblo. Lo tiene siempre aunque sea debilitado, acosado, intimidado, de manera que no pueda expresarse. El que ostenta la pura fuerza, la violencia, el ejercicio del dominio despótico o aparentemente legítimo, es un poder fetichizado, desnaturalizado, espurio, que aunque se llame poder consiste por el contrario en una violencia destructora de lo político como tal.[8]

Por nuestra parte, es una exhibición estética de auténtico poder[9] lo que queremos
destacar del aconte-ser[10] ocurrido el solsticio de invierno pasado: 21 de diciembre de 2012. Describamos el hecho: cuarenta mil indígenas zapatistas de distintos pueblos mayas bajan de la sierra chiapaneca, caminan en silencio, sus pasos son apenas un siseo constante de pies raspando la tierra, sus coloridas vestimentas tornasolan su arcoíris bajo una pertinaz llovizna matutina. Sus pasos los llevan a cinco cabeceras municipales que “toman” pacíficamente, ¿cómo las “toman”, como las “ocupan”?; así, caminando. Con tablas que ellos mismos llevan, quién sabe cómo y desde dónde, improvisan una solida tarima, un puente que cruzan caminando, sin detenerse, con el cerrado puño en alto:
Precedidos siempre de la acción, antes que la palabra hueca de la clase política, este singular desfile de columnas de los mayas zapatistas que sin excepción, incluyendo niños, subieron –con el puño en alto– a tarimas situadas frente a los palacios de gobierno de las cabeceras municipales tomadas y flanqueadas por la bandera nacional y la rojinegra de esta organización, ratifican con este hecho simbólico quiénes son los que mandan y protagonizan esta lucha que cumple 19 años de hacerse pública y que ha estremecido al mundo de la emancipación y las rebeldías.[11]
¿No es este un auténtico aconte-ser estético-político?
Muchos de ellos jóvenes de edad; todos ellos jóvenes de corazón y de esperanza. Saben que llevan el poder de la razón encerrado en esos puños que desfilan en silencio por San Cristóbal, por Ocosingo, por Margaritas, por Palenque, por Altamirano. ¿De dónde vienen?; los de abajo bajaron de las Juntas de Buen Gobierno creadas hace diez años (agosto de 2003) en sus Caracoles, especie de municipios cuyos poéticos nombres son ya los personajes mismos que ahora representan el aconte-ser de la trama estético-política que nos regalan: 1) Madre de los caracoles del mar de nuestros sueños (La Realidad); Torbellino de nuestras palabras (Morelia); Resistencia hacia un nuevo amanecer (La Garrucha); Que habla para todos (Roberto Barrios); Resistencia y rebeldía por la humanidad (Oventic). Bajaron de sus Caracoles enclavados en sus sierras; bajaron volando de sus propios cielos con sus propias alas (así quiere ver Nietzsche[12] la labor de futuro de su Übermensch); bajaron de la selva en la que apuestan sus oasis de felicidad (así le llama Eugen Fink al juego desde su ontología). Bajaron los de abajo, los que siguen andando el noble juego de una existencia que quiere ser digna y gozosa, a pesar de los “parásitos haraganes” (así les llaman a ellos a los “políticos”), esos que han deshonrado la palabra:
Los zapatistas marcharon este 21 de diciembre en orden, dignamente, con disciplina y cohesión, y en silencio; un silencio que se escuchó fuerte. De la misma manera en la que han tenido que cubrirse el rostro para ser vistos, ahora interrumpieron la palabra para ser escuchados. Se trata de un silencio que expresa una fecunda capacidad generativa de otros horizontes de transformación social, una gran potencia. Un silencio que comunica voluntad de resistencia frente al poder: Quien permanece en silencio es ingobernable, decía Ivan Illich.[13]

¿Cuál fue el mensaje que dejó oír ese espléndido silencio:
¿ESCUCHARON?
Es el sonido del mundo derrumbándose
Es el del nuestro resurgiendo
El día que fue día, era noche
Y noche será el día que será el día.

Es este un modo de hacer auténtica política-religión, de trabajar por el bien común-comunitario, usando un lenguaje estético-ontológico significativo. El silencio es parte de este lenguaje. Sobre todo hoy en día, mal acostumbrados como estamos al lenguaje vacío de la “clase política”, parásita y haragana (así se le llama desde abajo) que, al no poseer poder (delegación legal y legítima de una función), opta por la fuerza, su simulacro, atropellando todo aquello que le recuerda su impotencia. El silencio suena y llama. La filósofa Fernanda Navarro y el filósofo Luis Villoro escucharon en ese silencio una invitación:
tras ese silencio nos invitan, nos incitan a caminar la palabra, su palabra, para mostrar lo que ellos han logrado resistiendo y construyendo un mundo en el que todo lo que tiene vida se ama y se respeta, porque tiene corazón.[14]

Los de abajo: un silencio, muchas miradas.
Juan Rulfo escribe su novela Los de abajo, que en algún momento pensó titular Los susurros, para describir una manera de ser originaria que tiene que ver con algunos procesos fundamentales de la existencia humana: la estirpe, el lenguaje, el amor, la muerte. Los de abajo son los muertos que susurran sus deseos, sus esperanzas, sus proezas; son los muertos que somos todos en tanto seres finitos que hablan. Quién diría que ahora los de abajo, provenientes de una ficción genial, estén ahora a punto de convertirse en categoría filosófica para impulsar la comprensión comprometida de un movimiento político-cultural-social-armado en pro de la justicia humana. La novela de Rulfo Los de abajo y el poema de Mario Benedetti El sur también existe, indican con la imaginación el horizonte que ahora caminan los pueblos originarios, representados aquí por algunos de ellos genéricamente designados zapatistas, o neo-zapatistas. Así los hace ver el documento Ellos y nosotros, que incluye entre sus siete disparejas secciones, las siguientes: (I) “Las (sin) razones de arriba”, y (IV) “Los dolores de abajo”. Las primeras (las sinrazones) son las de los poderosos que todo lo tienen, y quieren sólo tener más (único modo de un nunca tener nada); y los segundos (los dolores) son los de los débiles que nada tienen, y quieren sólo preservar su ser (único modo, aunque otro, de tenerlo todo). Esta dialéctica de los de arriba y los de abajo, tematizada en Ellos y Nosotros por el SupMarcos en el Planeta Tierra (así firma sus comunicados) en enero de este 2013, tiene como claro paralelo y antecedente el siguiente poema de Benedetti. Demorémonos en él:

Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventas navideñas
su culto de Dios padre
y de las carreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena.
Pero aquí abajo, abajo
el hambre disponible
recurre al culto amargo
de lo que otros deciden
mientras el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y pasan otras cosas
que el norte no prohíbe
con su esperanza dura
el sur, el sur también existe.
Con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de Chicago
sus sueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
con su gesta invasora
el norte es el que manda.
Pero aquí abajo, abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el sur, el sur también existe.
Con su corno francés
y su academia sueca
y sus llaves inglesas
con todos sus misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
con su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena.
Pero aquí abajo, abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo dice
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur, el sur también existe.

De lo antes dicho (poema incluido), proponemos que los de abajo habitan lo sur, en esta nueva mitología espacial de alcances y escuchas filosóficos ontológicamente fuertes[15]. El silencio significativo de estas voces que se escuchan abajo, abre miradas que son hoy legión, frente al mero bla-bla-bla ciego de tantos políticos (parásitos holgazanes, como se les llama en lo sur) que, sin palabra, sólo son ruido. En una entrevista a Fernanda Navarro, Dra. en filosofía y traductora, ésta señala:
Me tocó ir a Chiapas con John Holloway -autor del libro: Cambiar el mundo sin tomar el poder- y quedamos impresionados con la visita al Caracol de Oventic por el papel del lenguaje y su vínculo con el pensamiento indígena para nombrar su cosmovisión, eso se traduce en una cosmovivencia, incluso en su gramática no existe la palabra “enemigo”, la aprendieron con los españoles. El lenguaje maya tiene 3 dimensiones: la palabra hablada, la palabra escrita y la palabra escuchada y ésta te hermana, porque si bien puedes oír -ruidos-, escuchar es comprender al otro, estar en la piel del otro, hacerte hermano del otro. Yo he tenido que desaprender la filosofía occidental que estudié durante tantos años en la UNAM (risas).[16]
Convocatoria del planeta Tierra y lo que escuchan las miradas.
…la filosofía no la inventó gente que no se movía de casa ni sentía curiosidad por los extraños… La filosofía es una actividad inventada por griegos planetarios (recordemos que «planeta» en griego significa «vagabundo») y por tanto, en cierto sentido, toda la filosofía es griega y, en otro, nunca puede dejar de ser cosmopolita.[17]

Nos seduce esta idea de Fernando Savater. De ella descubrimos la siguiente consecuencia: filosofía es vagancia que observa, es caminar planetario que en su deambular compara y arriesga corolarios imaginativos para exponerlos y exponerse, poniéndolos en plática-práctica[18]. La filosofía es plática-práctica de “viajeros, exiliados, vagabundos, expedicionarios… o habitantes de ciudades fronterizas, como los jonios, acostumbrados a convivir con persas, helenos y egipcios”[19]. Este cosmopolitismo originario de la filosofía es compartido por los pueblos zapatistas. Creemos que el uso zapatista de la expresión “Planeta Tierra”, como lugar que se habita y desde el que se escucha-mira y se emiten voces-actos; lugar desde el que se platica-practica un mundo, una cosmo-vivencia (como dice Fernanda Navarro), da fe de ese modo homo viator originario de filosofar que a su manera impulsa su tocayo Fernando Savater. Modo cosmopolita, planetario. Caminar es de suyo eso, ir abriendo la mirada al horizonte siempre cambiante del que está en marcha. Caminar, mirar y escuchar son claves para comprender y actuar, para platicar-practicar un mundo. Ser-estar cosmo-vivencia. A eso remite con más precisión el saberse planetario, habitante de un planeta, de un ente vagabundo. No así por cierto el término “global”, cuya procedencia sospechamos más encaminada al establecimiento de relaciones mercantiles y mediáticas (que no es lo mismo que comunicativas, sino casi su contrario). Pero, además, ese hogar que camina se llama Tierra que, para muchos pueblos originarios, es la madre Tierra; el terruño mismo en el que se siembran las semillas, los mundos diversos en los que se puede vivir y desarrollar costumbres.







[1] Colloquios y Doctrina Christiana con que los Doze Frayles de San Francisco enviados por el Papa Adriano Sesto y por el Emperador Carlos Quinto convertieron a los Indios de la Nueva Espanya, en Lengua Mexicana y Española. Realizada en 1524, será hasta cuatrocientos años después, en 1924, cuando se descubra el manuscrito original en el Archivo secreto del Vaticano. Habiendo tenido luego un singular y significativo destino editorial (Cfr. León-Portilla, M. La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. México. UNAM, 1993, pp.14-15 y p.129), lo traduce en 1949 Walter Lehmann del náhuatl al alemán con el ya tendencioso título de Dioses que mueren y Mensaje Cristiano, pláticas entre indios y misioneros españoles en México, 1524.
[2] Ibíd., pp.130-131.
[3] Ibíd., p.129.
[4] Ibíd., pp.129-130. Cursivas nuestras.
[5]La propuesta zapatista, abundó [Pablo González Casanova], es una nueva alternativa para la vieja disyuntiva reforma/revolución que caracterizó el debate y las luchas de la izquierda en el siglo XX. Estamos ante un nuevo momento, que cambia la geometría política, más allá de la oposición derecha-izquierda, al hablar, como lo hacen los zapatistas, del arriba y el abajo.” (Hermann Bellinghausen. La Jornada. 2013/enero/2).
[6] De la Garza, Mercedes. El hombre en el pensamiento religioso náhuatl y maya. México. UNAM, 1990, p.14.
[7] Bonfil Batalla, G. El México profundo. Una civilización negada. México. SEP/CIESAS, 1987, p.58. Citado por Edgar Samuel Morales Sales en “La condición humana en la obra de Guillermo Bonfil Batalla. Universidad Autónoma del estado de México. En línea (actualizado en 2006).
[8] Carlos Fazio. “La razón, el poder y la fuerza”, en La Jornada. 2012/septiembre/17.
[9] Aquí estamos también entendiendo “poder” como la delegación legal, legítima y tradicional asignada de manera transitoria a una persona o institución, a fin de realizar funciones en bien común de una comunidad. Es, en cierta forma, sinónimo de razón. Separamos así al “poder” de la “fuerza”, que suele ejercerse a falta de poder, es decir, de razón: “…ya le decía el Viejo Antonio al sup Marcos: Si no puedes tener la razón y la fuerza, escoge siempre la razón y deja que el enemigo tenga la fuerza. En muchos combates puede la fuerza obtener la victoria, pero en la lucha toda sólo la razón vence. El poderoso nunca podrá sacar razón de su fuerza, pero nosotros siempre podremos obtener fuerza de la razón”. (Carlos Fazio. Ibídem).
[10] Introducimos este neologismo a fin de resaltar la intima conexión “orgánica” de los pueblos originarios y sus modos de caminar la vida, modos en última instancia ontológicos pues, ¿no es el Ser el todo?
[11] López Rivas, Gilberto. La Jornada. 2013/enero/3.
[12] Nietzsche, F. Así hablaba Zaratustra. Un libro para todos y para nadie. (Los siete sellos o la canción del alfa y del omega) Madrid. Alianza,
[13] Hernández Navarro, Luis. “Rebeldía viva. Derrumbe y renacimiento en el mundo zapatista”. La Jornada (2012/12/22).
[14] Citado por Hermann Bellinghausen (La Jornada. 2013/01/3).
[15] Para una mínima presentación epistémico-ontológica de lo que aquí se indica, mi trabajo Lo sur en filosofía puede ser eso, un prolegómeno, apenas programático, a esta nueva mitología espacial.
[16] Entrevista exclusiva con Clarín, escrita por Mario Casasús y publicada el 28 de junio de 2011 (en línea).
[17] Savater, F. Diccionario filosófico. Barcelona. Ariel, 2007, p.12.
[18] Recordamos que plática y práctica son sinónimos en uno de sus sentidos más arcaicos.
[19] Ibídem.