“Sudcaliforneidad
desde la comunidad: una apreciación”
Homero Francisco
Salgado Pérez
Abril de 2013
Universidad Autónoma
de Baja California Sur
RESUMEN:
Desde el
inicio de su poblamiento, la pregunta por la naturaleza del californiano se
plantea desde dos horizontes: el del misionero y el del aborigen; después de
tres siglos de historia peninsular, los recientes fenómenos de crecimiento
poblacional y de desarrollo económico en el estado- concretamente en la zona de
La Paz y Los Cabos- suponen un re-planteamiento de la dinámica de grupos de
poder y su peso específico en las decisiones políticas y movimientos sociales
de la media península. En este trabajo se plantea, en particular desde el
concepto de “comunidad” en Luis Villoro y “diálogo” en la Epistemología del Sur, una posibilidad de pensar lo (sud)
californiano y un escenario para los tiempos por venir.
Palabras
clave: Baja
California Sur, Villoro, comunidad, Epistemología del Sur, diálogo.
De
la Cálida Fornax al estado libre y
soberano
Esta historia podríamos situarla en un cálido amanecer
del año de nuestro señor 1535; el explorador que aún tenía en su memoria las
huellas de la malograda Tenochtitlan se lanzaba en búsqueda de lo conocido- o
lo desconocido por conocer- gracias a las Sergas
de Esplandián y los libros de caballería que hacían la delicia de los
aspirantes a aventureros de la recién proclamada península ibérica. De repente
se divisa un morro de tierra, soldados de la patria descubierta que clamaban al
cielo guaycura -torotes, palo de arco y otras especies que la sabiduría jesuita
pondría nombre y apellido tiempo después- Como si fuera una premonición, el
calendario gregoriano señala el día como el de la Santa Cruz, anticipación de
lo que estaba por suceder en ese terruño.
El acontecimiento antes descrito es señalado en la
nomenclatura oficial como el día que se funda la ciudad de La Paz, gracias al
desembarco que hace Hernán Cortés en la bahía recién descubierta; sin embargo
el hito que da sentido a la historia e historiografía local es la fundación de
la misión de Loreto en el año de 1697, desde donde inicia una etapa de
fundaciones misionales y poblamiento del territorio descubierto; este proceso dura
hasta 1768 con la expulsión de los jesuitas. Los misioneros conciben a la
California (Calida fornax) como la
utopía realizable, donde el mal quedaría desterrado desde una sociedad más
justa, dentro de un proceso de ilustración encabezado por “la gente de razón” y
un evidente control de la población nativa (Sequera, 2003: 25-26)
Desde el siglo XIX, ya consumada la independencia de
México y gracias a la pregunta por una idea de nación, surge una inquietud que
encuentra su fundamento en el conflicto con Estados Unidos, en parte por el
evidente interés del vecino del norte de hacer de la península una estrella más
de su bandera. ¿Cómo integrar al territorio, alejado geográfica y socialmente
de la dinámica del centro del país, a ese sistema llamado República Mexicana?
Una posible solución encuentra su cauce en un creciente regionalismo, marcado
por tres acontecimientos históricos, a saber:
·
La ausencia de un conflicto de carácter
étnico, que llegó por barco y encontró en la tierra de nadie la posibilidad de
ser de manera distinta”
·
El conflicto internacional sobre la península
que se desarrolló durante gran parte del siglo XIX, y
·
La pertenencia al territorio mexicano,
refrendada mediante el poblamiento de los centros ejidales e industriales. Cabe
destacar que en este último punto (Castorena, 2003: 108) se observa, desde un
espacio vacío, la percepción de dicho acontecimiento como un modelo de
desarrollo impuesto de fuera…
Como producto de la dinámica de los siglos XIX y XX,
surge como clase poblacional el “ranchero sudcaliforniano” (último californio
gracias al retrato de los 24 por segundo recientemente), heredero de las
migraciones venidas de la península ibérica, así como de estadounidenses,
chinos, franceses, ingleses…[1] En particular se
distinguen tres momentos de conformación de dicho caldo de cultivo: la
migración francesa a la zona de Santa Rosalía, la migración de los chinos a la
Baja California y el poblamiento del valle de Santo Domingo por parte de los sinarquistas
del interior de la república.
Al momento de la integración de Baja California Sur en la
cartografía política nacional- cuyo lienzo tuvo pinceladas de FUS y Loreto 70-
se plantea, desde el oficialismo primero y la academia después, una búsqueda de
una identidad, una respuesta a la pregunta ¿Qué es lícito esperar de “lo
sudcaliforniano”?
“El imaginado mestizaje entre guaicuras (sic) , pericues,
y la migración española se replantean, a través de los años, como imágenes
transpuestas; amen de una formación histórica generalizada para toda la
república(…) Esta vuelta al planteamiento histórico nos indica esta crisis
identitaria, como crisis en movimiento, en formación, que establece sus propios
momentos de ingreso a la comunidad” (Sequera, 2003:61)
Del
individuo a la comunidad: una epistemología del mitote
Así, se hace menester una inquietud plasmada en el
parágrafo anterior: ¿cuáles son las manifestaciones culturales hoy en día en la
media península? Se pueden distinguir tres grandes grupos poblacionales, a
saber: el nativo, el migrante del interior del país y el extranjero; así, la
posibilidad de respuesta a la pregunta por lo sudcaliforniano supone el
entrecruzamiento en un diálogo de visiones y crisoles culturales.
Las crecientes oleadas de inmigrantes a esta media
península, desde el extranjero inversionista atraído por el mantra del turismo
y el boyante poder adquisitivo de sus beneficiados hasta el trabajador de los
campos agrícolas a lo largo del estado, se han integrado y amalgamado a la
realidad cotidiana y al concepto de sudcaliforneidad desde su trinchera, y las
manifestaciones culturales no han estado exentas de ello.[2]
El estado supone, tanto para el gringo como para el “chuntaro”,
un lienzo en blanco, un espacio para plasmar su visión del mundo, un Weltanschauung… ¿y del lado del último
californio qué colores son con los que pintan sus lápices? Sequera, en La otredad de la California sureña,
apela al concepto de cura- como
“Agarrar cura es una representación, es poner en papeles
extremos al otro, lo que nos está molestando, social o personalmente; es un
síntoma de que algo no está bien; finalmente, agarrar cura, es realizar una
crítica” (Sequera, 2003:53)
La convivencia, la piedra angular del “agarrar cura”
parte de una comunidad en constante diálogo; al igual que el mitote, que no
distingue barreras lingüísticas o raciales, este ejercicio nos caracteriza por
antonomasia como ciudadanos de Sudcalifornia y el mundo. Boaventura de Sousa en
Una epistemología del Sur propone el
diálogo entre diferentes puntos de vista y apreciaciones del mundo, desde una
visión integral del mismo como una “totalidad inagotable, donde hay muchas
totalidades parciales”. Una posible respuesta a la pregunta por lo universal
podría dilucidarse desde el concepto de traducción, en tanto se configura como
con-versar recíproco entre las diferentes experiencias, tanto las disponibles
como las posibles, en un marco de confrontación y completitud de la cultura (De
Sousa, 2012:136-139)
Así, el diálogo tiene la utilidad de “rescatar lo digno
del pasado y el presente”; a partir de la traducción se “tiende a
esclarecer lo que une y lo que separa los diferentes movimientos y las
diferentes prácticas, de modo que determine las posibilidades y los límites de
la articulación o agregación entre los mismos” (De Sousa, 2012: 141)
El caldo de cultivo donde se cruzan las visiones y
perspectivas se define, en palabras del autor de Una epistemología del Sur como una “zona de contacto”- un ágora
como el mercado Madero o una exposición de arte-donde las normas, conocimientos
y horizontes distintos se entrecruzan y relacionan… y este diálogo puede
conducir a condiciones para re-pensar el presente desde prácticas de
transformación, nuevos manifiestos, y por supuesto una nueva apreciación de la
comunidad y el entorno.
De
la comunidad al individuo: una apreciación de lo por-venir
¿Qué se entiende así por “comunidad”? Luis Villoro en El poder y el valor da su definición desde el ejercicio en que”
cada quien vela por el todo de la misma manera que por su bien personal”, otorgando
igual peso al bien común que al bien individual. Esta noción no sólo la hace
extensiva a los derechos y obligaciones ciudadanos sino que abarca también la
prestación de un “algo desde sí” a la formación de una totalidad que le es
inherente al ciudadano le provee de sentido. (Villoro, 2012: 359-361)
Si nos remitimos a la definición dada por los jesuitas a
la media península como posibilidad entre las posibilidades, la mesa está
servida para imaginar un nuevo presente; siguiendo con Villoro
“Renovar la modernidad quiere decir superarla en una
traza nueva: recuperar el momento de verdad del pensamiento y la vida
pre-modernos, sin renunciar a los valores fundamentales de una asociación para
la libertad” (Villoro, 2012:371)
La comunidad se expresa desde formas de cohesión tales
como la vida privada, el parentesco o la vecindad, y tiene sus raíces dentro
del hombre ubicado en un espacio y un tiempo (ser social); Su sentido de
pertenencia ya no es en función de una mera totalidad por si sola, sino por la
integración individual a la misma, de una manera plena como persona, mediante
la relación inter-personal, la comunidad, el todo cósmico (Castorena, 2003:78 y
Villoro, 2012: 373) Así, el ejercicio de construir la comunidad supone una
voluntad de transformación, una práctica cognitiva comprometida con la realidad
y vinculada plenamente con lo cotidiano. En Creer,
saber, conocer, se entiende dicha práctica como una actividad dirigida por
fines conscientes. (Villoro, 2011:250-251)… ¿Cuál es la relación con la
actividad y el entorno posible del primer californio en eterno retorno?
El paradigma que se constituye dentro de las actuales
sociedades del conocimiento no sólo debe asumirse desde un carácter científico,
sino que tiene profundas implicaciones sociales para una vida mejor; En este
sentido “Cada método es un lenguaje y la realidad responde en la lengua que es
preguntada” (De Sousa, 2012: 49)
El nuevo paradigma que debe oponerse antepone el
saber-vivir versus el sobre-vivir, desde una perspectiva mucho más amplia de lo
que tradicionalmente Occidente asume como válido; esta construcción desde lo
sudcaliforniano comienza a apelar principalmente a la temática del medio
ambiente, los movimientos de resistencia contra la minería tóxica y los
transgénicos en el estado, así como la defensa de Cabo Pulmo y otras reservas
del golfo de California… en resumen, los esfuerzos ciudadanos donde se
concentra una nueva ecología de la productividad (De Sousa, 2011:123)
Esta ecología de la productividad, en tanto que
confrontación con el conocimiento “venido de fuera”, ha motivado a diferentes
organizaciones civiles en el estado, donde convergen los esfuerzos de la triada
foránea-extranjera- sudcaliforniana a imaginar alternativas de desarrollo, en
contraposición de la lógica productivista que pre-supone que el agua- valga la
expresión- sea menos valiosa que el oro.
¿Por qué la pertinencia de analizar estos temas desde la
filosofía en su esfera local, nacional y global? Uno de los ejes fundacionales
del observatorio que hoy se presenta a la comunidad sudcaliforniana es el de
dar seguimiento, desde la academia- y desde la práctica y el diálogo en
comunidad- a las problemáticas que atañen a los nuevos y últimos californios,
pasados y por venir, y en la medida en que las tres visiones que conviven entre
sí en esta media península entablen un entorno de construcción de alternativas
de futuro desde lo que se haga hoy, será posible el poema que reza:
¡Levántate! Y cuando el nuevo
corsario sexenal
En turno, te exiga oro, plata,
perlas muchas perlas y demás
vituallas,
dile lo cantado por el malogrado
periodista:
“EL ORO, LA PLATA Y LAS PERLAS
SON DE LOS HIJOS DE LOS HIJOS DE
MIS HIJOS
Y QUIEN QUEIRA AVITUALLAMIENTO
QUE VENGA Y BESANDO EL SUELO ME
LO PIDA
¡PORQUE YO SOY EL REY DE LOS
GUAYCURAS!”
¡Levántate! Si no tienes
tradición tienes destino!
¡¡BÚSCALO Y PELEA CON LAS UÑAS SI
ES PRECISO!!
Al llegar extenuado al horizonte
Tomarás un respiro lentamente,
y gritarás hacia todos los
confines de la tierra:
¡¡¡POR FIN, SOY EL GUÍA DE MI
PUEBLO!!![3]
BIBLIOGRAFÍA:
· Castorena Davis, Lorella (2003). Sudcalifornia: el rostro de una identidad.
Editorial Castellanos, México.
· De Sousa Santos, Boaventura (2012) Una
epistemología del Sur. Ediciones CLACSO, Buenos Aires.
·
Sequera Meza, José Antonio (2003). La
otredad en la California sureña. Praxis, México.
·
Villoro, Luis. (2012) El poder y el valor.
Fundamentos de una ética política. Fondo de Cultura Económica, México.
·
Villoro, Luis. (2011) Creer, saber, conocer.
Fondo de Cultura Económica, México
[1]
Tan es así que se configura como una característica visible de la población
local configuran la identificación mediante los apellidos que delimitan incluso
la pertenencia a un lugar específico (los Davis de Loreto o los Macklis de la
zona de La Ribera y Miraflores, por ejemplo)
[2] Cabe destacar el caso particular de tres
manifestaciones culturales de cada una de estas expresiones: la “cumbia
poblana” o el “sonidero” escuchado por la gente proveniente del interior,
mayormente por los trabajadores migrantes de Oaxaca, Puebla y Guerrero; el arte
y los cuadros en las galerías de Todos Santos propiedad mayormente de
extranjeros, y la manifestación de “la cura” en los pobladores nativos. De la
contra-cultura a la cultura popular en Todos Santos, Baja California Sur, del autor, publicado en la revista
Generación, octubre de 2011.
[3] Fragmento del poema “Levántate guaycura”
de Alfredo González González; facilitado por la profesora Carolina González de
la carrera de CP y AP.