martes, 10 de marzo de 2015

Motivos conversacionales pepitorios en la segunda parte del Quijote.

 Motivos conversacionales pepitorios en la segunda parte del Quijote.
Dr. Humberto González Galván
Centro de Investigación Filosófica. UABCS

Libro de “mucho entretenimiento lícito, mezclado con mucha filosofía moral”[1], la Segunda parte del Ingenioso Cavallero Don Quixote de la Mancha (1615) mantiene igual intención que la primera: “extirpar los vanos y mentirosos libros de caballerías, cuyo contagio había cundido más de lo que fuera justo”[2]. Esta afirmación quizá sea una paradoja intencional de Cervantes; fingir aliarse con la naciente ilustración para atacar desde dentro el desencanto del mundo que la ilustración misma lleva en su seno. En todo caso nos corresponde a nosotros sopesar ahora, cuatrocientos años después, su función rebelde en un mundo en el que ha madurado ya aquel desencanto en ciernes. Porque eso es lo que ha sucedido: nuestra época ha perfeccionado el desencanto y lo muestra en flor justo en la medida en que muestra a la par sus más preciados frutos: la tecno-ciencia.


Paradójico que sea justamente un libro de caballería (o de anti-caballería, si se quiere) el que venga a resarcir el desencanto equilibrando la balanza de una atmósfera desarrollista necesitada a gritos de esa “filosofía moral” que Don Quijote pregona porque, ¿no es la solidaridad humana o la justicia social de lo que andamos tan necesitados hoy, en esta era de mercantilismo aciago? Ellos, solidaridad y justicia, son dos de los valores que Quijotepropaga en sus salidas aventureras. Uno de los motivos reiterados en la tercer salida de este anti-héroe paradójico lo constituye en forma curiosa la proclama defensiva que hace Cervantes de la autenticidad de su Quijote frente al apócrifo de Avellaneda. Pues bien, incluso esta aparente vanidad de autor puede ser concebida como elipsis aguda, irónica y maligna que afirma una autenticidad bien enfocada: Quijote es Cervantes, no puede ser Avellaneda. Que cada quien sea cada cual y que se fortifique así la multiplicidad. Todo emparejamiento desarrollista es vituperable y la ilustración naciente lo está ya propiciando desde el momento en que un autor pretende ponerse en el lugar de otro, como si el talento personal fuera intercambiable mercancía. La actual tecnocracia, cúspide histórica actual de la ilustración desarrollista, da fe de ello: todos sus héroes se parecen en algo; o son inmortales o quieren serlo y no cesan de renacer. No así el Quijote de Cervantes que acaba sus días en una apacible cama luego de tanto esfuerzo zaherido. Don Quijote es único, es in-arremedable. Don Quijote busca, a su manera…

…renovar en sí el felicísimo tiempo donde campeaba la orden de la andante caballería. Pero [aunque] no es merecedora la depravada edad nuestra de gozar tanto bien como el que gozaron las edades donde los andantes caballeros tomaron a su cargo y echaron sobre sus espaldas la defensa de los reinos, el amparo de las doncellas, el socorro de los huérfanos y pupilos, el castigo de los soberbios y el premio de los humildes[3]

Así pues, querríamos nosotros ver aquí la voluntad de re-encantar el mundo donde hoy campea la soberbia mezquina del mercado cuyas necesidades hueras son, esas sí, fantásticas por falsas y artificiales; y no así los auténticos héroes como el Quijote, que lleva a sus espaldas una valiosa carga de perennes y nobles valores.

Es en el contexto de esta lectura, posmoderna y hermenéutica, en el que se afianza una crítica a la globalización centrada en el mercado; es en este contexto, decimos, en el que proseguiremos una breve plática pepitórica con las últimas escenas de la segunda parte del Quijote. En ellas ocurre algo notable: la rehabilitación del caballero andante, su vuelta final a casa, a la normalidad y, con ello, asistimos a su muerte. Querríamos, pues, conversar con algunos momentos de estas escenas y, desde ellas, poner también a Freud en su propio diván estilístico con respecto al concepto de cura psicoanalítica o puesta en fin de la terapia.
Serán los tres últimos capítulos del Quijote los que harán de punto de partida[4], aunque no descartamos volver a algunos otros capítulos a fin de despejar mejor los andurriales de nuestra andanza conceptual. Así entonces…

…en el capítulo LXXII que lleva como encabezado “De cómo don Quijote y Sancho llegaron a su aldea”[5] tenemos como mito o trama central la garantía, validada incluso con notario y testigos, de que este Quijote en el que está él ahora, quaaconteSer (Ereignis) encarnado, es el auténtico, al igual que el gracioso Sancho que ahí, ad latere,aconteSe. Ambos son los auténticos pues ambos están teniendo en ese juego de espejos literario, al que ya nos tiene acostumbrados Cervantes, literaria validación… ¡notarial! Más allá de considerar a este curioso hecho literario mera manía del viejo Cervantes por reivindicar justos derechos de autor (que sin duda también está presente), querríamos nosotros explorar-andar mejores y más profundos efectos hermenéuticos, por ejemplo; la idea de curación en tanto vuelta a la normalidad… ¿en que escena de éste capítulo podemos ver de reojo tal efecto? Cuando luego de firmada la declaración legal, ante el alcalde del lugar y atestiguada por don Álvaro Tarfe, avistador fantástico de los dos Quijotes (el de Cervantes y el de Avellaneda), que por ese entonces corrían paralelos en dos mundos tan simultáneos como diferentes, se encuentran comiendo juntos (don Álvaro y don Quijote) y, en palabras de Cervantes…

Muchas [palabras] de cortesía y ofrecimientos pasaron entre don Álvaro don Quijote, en las cuales mostró el gran manchego su discreción, de modo que desengañó a don Álvaro Tarfe del error en que estaba; el cual se dio a entender que debía estar encantado, pues tocaba con la mano dos tan contrarios Quijotes [se entiende que el de Avellaneda y el propio de Cervantes].[6]

Hay muchas otras escenas a lo largo de esta larga obra, en la que se echa de ver la ambivalencia esencial del hombre Quijote-Cervantes y, con él, del ser humano todo. Don Quijote y don Alonso Quijano dan muy bien fe de esto en estos capítulos finales. Aquí encontramos un intenso clímax de ella, de la ambivalencia esencial que nos marca a todos. Ambivalencia que aparece ya en el mismo carácter oscilante del caballero de la triste figura: ¿es discreto y lúcido o, por el contrario, necio y loco? Es ambas cosas. Desde el inicio mismo de la segunda parte (de ésta, de la auténtica), cuando el cura y el barbero razonan con don Quijote acerca de su enfermiza fijación con los libros de caballerías y los caballeros andantes, cuenta el barbero, para ilustrar el mal de su amigo, la breve historia de un graduado en Osuna interno en la casa de locos de Sevilla. La discreción y talento del dicho loco sólo flaqueaban cuando se ponía en duda su identidad con Neptuno. Y si el barbero, con la mejor intención, narra ese cuento para hacerle ver a su amigo la semejanza de aquel loco con sus propios trastabilleos andantes, don Quijote es enfático cuando le contesta:

Yo, señor barbero, no soy Neptuno, el dios de las aguas, ni procuro que nadie me tenga por discreto no lo siendo: sólo me fatigo por dar a entender al mundo en el error en que está en no renovar en sí el felicísimo tiempo donde campeaba la orden de la andante caballería.[7]

Y ya sabemos cómo se pinta ese felicísimo tiempo a su ambivalente conciencia andante[8]. Porque eso sí, aunque a diferencia del loco de Sevilla, él no es Neptuno. Se sabe sí mismo en su personal ambivalencia. No requiere la de otros. Vive su carácter ambivalente en forma tan andante como la de su profesión. Hace su camino como aquel que se sabía Neptuno, pero él no necesita ser Neptuno su ambivalencia no tiene esa locura); se basta y sobra a sí mismo para sus propias transformaciones: ya de Caballero de la Triste Figura a Caballero de los Leones, ya de Caballero de los Leones a Pastor Quijótis… cuando su brazo armado sufre triste y tramposa derrota ante el Caballero de la Blanca Luna[9]. Esta derrota le obliga, como responsable caballero de sí mismo que él es, a cumplir el mandato de su pícaro vencedor: retirarse a casa y no tocar las armas, por un año al menos. Hay que decir aquí que, aunque el combate fue la trampa de un falso caballero (el de la Blanca Luna), la derrota del Quijote fue noble y honrada, ¿cómo puede ser eso? No tienen desperdicio alguno sus palabras, ya tendido en el suelo, a merced del ganador y asumiendo con orgullo taciturno su destino. Así lo pinta Cervantes:

Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma dijo:
-Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra.[10]

Cumple así, a cabalidad, como caballero que es, entregando su vida a quien lo derrotó. Ello le da honra en lugar de quitársela. Se somete a la voluntad de su vencedor, sea quien haya sido; en este caso el también desquiciado bachiller Sansón Carrasco, capaz de seguir a aquel en su locura, disfrazado de Caballero de la Blanca Luna[11] hasta hacerlo volver a casa… ¿cuál fue mayor locura? Así juzga Cervantes, en boca de su personaje don Antonio Moreno, a aquel bachiller aguafiestas:

…Dios perdone el agravio que habéis hecho a todo el mundo en querer volver cuerdo al más gracioso loco que hay en él! ¿No veis, señor, que no podrá llegar el provecho que cause la cordura de don Quijote a lo que llega el gusto que da con sus desvaríos? …toda la industria del señor bachiller no ha de ser parte para volver cuerdo a un hombre tan rematadamente loco; y, si no fuera contra caridad, diría que nunca sane don Quijote…[12]

El caso es pues que don Quijote cumple su palabra, victoriosa en la derrota, y prosigue ambivalente en su enfermedad-salud. ¿Se amarga por tener que dejar las armas y regresar a casa? En lo absoluto. Su primera reacción, es cierto, luego de seis días encamado debido a los golpes recibidos en cuerpo y alma, es mantener la esperanza de volver a sus andantes aventura luego de pasado el año de obligada penitencia[13]. Mas de inmediato, apenas “desarmado y de camino”[14], en su primerísima parada de descanso, urde ya una nueva transformación: en llegando a su terruño se hará pastor de ovejas[15]. Como se ve, no hay minuto de reposo para este homo viator aventurero. Por sorpresa le hace saber a Sancho, su escudero fiel;

…si es que a ti te parece bien, querría, ¡oh Sancho!, que nos convirtiésemos en pastores; siquiera el tiempo que tengo de estar recogido. Yo compraré algunas ovejas y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo «el pastor Quijotíz» y tú «el pastor Pancino», nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados, cantando aquí, endechando allá, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes…[16]

El increíble Quijote se cura solo porque él es para sí mismo su fuente más cara[17]. Sigue y prosigue su afán de hacerse eterno y famoso por los siglos de los siglos[18], -como el propio Cervantes- que si no ya con las armas de caballero, ahora será con las letras bucólicas y amorosas del pastor. Ambos oficios, igual de andantes o encantadores del mundo, son inspirados por la fuente inagotable de los sueños y la imaginación ambivalentes de un hombre sosegado y bueno que a la par es igual de terco y peleón. Quijote, a fuerza de platicar consigo y saber tornarse otro sin dejar de ser él, puede transformar también a quienes le rodean y con él platican. Sancho el primero, pero asimismo sus amigos, ¿no ya el bachiller Carrasco fue capaz de de ser caballero de los Espejos y luego caballero de la Blanca Luna?, ¿no asimismo barbero y cura aceptan con gusto transformar sus propias vidas al grado de aceptar volverse pastores con su amigo?


Quijote sabe quién es, aunque sea muchos o porque precisamente es muchos,pero sobre todo porque platica con todos esos que él es. Por ello -y con él su autor Cervantes- no soporta que otro que no es él (Avellaneda) asuma ningún ángulo o perfil de los que sólo a él le corresponde trazar. De ahí mismo, pues, que uno de sus últimos actos públicos haya sido aclarar su auténtica identidad ante la ley de un juez y con testigo presencial (don Álvaro Tarfe).De ahí también la radiante metamorfosis -metamorfosis que alcanza incluso a sus amigos- que se inventa con entusiasmo, por sus próximas futuras aventuras pastoriles. Transformándose él transforma a otros[19]. Juego de transfiguraciones que dan conciencia en vez de hacer perderla.

Si muy manoseada está la idea de que Sancho avanza en cordura a medida que platica con su amo andante, menos manoseada -e igual de correcta- nos parece la idea de que Quijote, al acercarse a su aldea con su escudero andante, avanza en locura al abrazar, para escándalo de quienes bien le quieren, quizá la mayor de todas ellas; morir. ¿Es morir una locura?, ¿qué última y nueva locura es la que cura la locura de morir, o, mejor, de dejarse morir?

Dejarse morir no es locura… y sí lo es, en su bien entendida ambivalencia. Esta nueva (y última) locura de Quijote es precedida por su volverse cuerdo y renegar de sus libros de caballerías; dos conversiones igual de radicales que la misma muerte. Sobre todo para alguien con tan poderosa fuente personal como don Quijote. El tamaño de su imaginación y de sus sueños, el tamaño de sus utopías y la valiente voluntad con la que las buscaba concretar, son su inagotable fuente. Esta es tan formidable que sus amorosos amigos se resisten a su muerte con un anticipado duelo. Porqueno fue ni “la melancolía que causaba el verse vencido”[20], ni siquiera “la disposición del cielo”[21] los que provocaron la entrega del Quijote a su propia muerte, no. Esta entrega trágica responde, más bien, a una nueva muestra del valor y fuerza de su brazo que, ya armado de espada caballera o de bastón pastoril, ya midiéndose en el campo de batalla o ya pastoreando en la floresta del monte, se desafía a sí mismo en una nueva metamorfosis que intuye será la mayor de todas: su muerte. Y lo hace ahora con el mismo sosiego con el que antes enfrentó al león que transmutó su nombre de armas[22]. Ahora, aquel, el de la Triste Figura, el de los Leones, será, en esta su, ahora sí, última refriega, decimos nosotros: el caballero de la muerte. Sí, de la muerte, a la que vence en casa. Su valor sosegado vence a la muerte. Su campo de batalla, el hogar. En su morada cumple, valeroso y sereno, su última refriega.

Hemos estado hablando de transformaciones, mutaciones, metamorfosis; hemos estado hablando de cambiar como se cambia mientras se camina. Pasa el tiempo. Al andar el tiempo pasa y el espacio, a cada paso del tiempo, es también otro. Eso fueron Quijote-Cervantes, ese fue el mundo metafísico que mostraron. Nos lo están mostrando a nosotros como en su realidad eterna lo mostraron: Quijote a sus amigos y Cervantes a sus lectores, que seguimos siéndolo nosotros… ¿una pruebe más? Vale, va: su ultimísima obra escrita y publicada (Persiles y Sigismunda) lo mismo que, quizá, sus dos ultimísimas obras imaginadas (Las semanas del jardín y Bernardo)[23], ¿qué muestran como empeño humano? Lo mismo que mostró Quijote a su manera: transformarse y morir.




[1] “Aprobación” del Doctor Gutierre de Cetina, en Cervantes, M. Don Quijote de la Mancha. Op.cit., p.609.
[2] “Aprobación” del Licenciado Márquez Torres, en Ibíd., p.611.
[3] Cervantes, M. de. Don Quijote de la Mancha. Barcelona. Instituto Cervantes. Crítica, 1998. Segunda parte, p.633.
[4] LXXII, LXXIII y LXXIIII.
[5]Op.cit., pp.1204-1209.
[6] Ibíd., p.1208.
[7] Ibíd., p.633.
[8] “…la defensa de los reinos [v.gr. pérdida de soberanía mexicana ante la entrega de los recursos nacionales], el amparo de las doncellas [v.gr. feminicidios de Ciudad Juárez], el socorro de los huérfanos y pupilos [v.gr. crimen de Estado en Ayotzinapa], el castigo de los soberbios [v.gr. Enrique Peña Nieto, presidente de México] y el premio de los humildes [v.gr. a los indígenas de México]” (p.633). Lo puesto entre corchetes lo agrego yo para ejemplificar como sigue haciendo hoy tanta falta tal oficio andante ante esas consecuencias vivas de la ilustración tecno-científica y mercantil de nuestra depravada atmósfera epocal.
[9]Op.cit., cap., LXIII, p.1156 y ss. Querríamos aventurar aquí la hipótesis de que una transformación semejante es la que está emulando el Subcomandante Marcos cuando se convierte en Subcomandante Insurgente Galeano cuando éste (José Luis Solís López) es asesinado (Cfr. “Entre la luz y la sombra” (enlacezapatista.ezln.org.mx/2014/05/25).
[10] Cervantes, M. de. Op.cit., p.1160.
[11] Ya antes lo había enfrentado como Caballero de los Espejos, aunque en ese trance fue él quien salió muy mal parado y molido (Vid. cap. XII y ss.).
[12] LXV, “Donde se da cuenta de quién era el de la Blanca Luna, con la libertad de don Gregorio, y de otros sucesos”, p.1162.
[13] Ibídem.
[14] Ibíd., p.1166.
[15] LXVII., p.1174.
[16] Ibíd., pp.1174-1175.
[17]GastonBachelard lo señala a su propia lírica manera: “El hombre tiene una fuente inagotable; la imaginación…” (¿?).
[18] LXVII, p.1175.
[19] Quizá el límite de esta generosidad metamórfica lo encuentre Quijote-Cervantes con Avellaneda porque, en efecto, ¿por qué no permitir que otro de carne y hueso entre también al juego? Sólo se nos ocurre suponer que en esta edad de oro, para las letras españolas no quedaban aún claros los perjuicios ilustrados del derecho de autor hincados en el mercado.
[20] LXXIIII, p.1215.
[21] Ibídem.
[22] XVII, p.760 y ss.
[23] “Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y asomos de Las semanas del jardín y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mía (que ya no sería ventura sino milagro), me diese el cielo vida, las verá, y con ellas fin de La Galatea, de quien sé está aficionado Vuesa Excelencia. Y, con estas obras, continuando mi deseo, guarde Dios a Vuesa Excelencia como puede./ De Madrid, a diez y nueve de abril de mil seiscientos y diez y seis años./ Criado de Vuesa Excelencia,/ Miguel de Cervantes.” Los trabajos de Persiles y Sigismunda.-Historia setentrional-. Barcelona, 2006. (Texto preparado por Enrique Suárez Figaredo). La cita corresponde a la dedicatoria “A don Pedro Fernández de Castro”, p.18.En…
The Works of Cervantes: Other texts <http://users.ipfw.edu/jehle/wcotexts.htm>
URL: http://users.ipfw.edu/jehle/CERVANTE/othertxts/Suarez_Figaredo_Persiles.pdf