Filosofía y miradas de libertad
Dr. Humberto González Galván
¿Para qué sirve la Filosofía? Contesto: para
aprender a mirar con los ojos que le arrancaron a Julio César Mondragón. A sus
22 años, este joven estudiante normalista, a quien sus compañeros apodaban de
cariño “el chilango”, fue asesinado con saña bestial por el gobierno mexicano. Día
26 de octubre, año 2014: el terrorismo de estado esta vez mató, además, a otros
dos estudiantes; a 43 los tiene “desaparecidos”. Se trata de un crimen más de
lesa humanidad, es cierto, pero también es otra cosa: el haber torturado a
Julio César, haberle desollado el rostro y haberle vaciado las cuencas de los
ojos, nos revela el exceso y saña propios de una modernidad globalizada que se centra
en el dinero. Porque la parte atroz de esta modernidad, es la política
neoliberal con la que los actuales gobernantes sólo buscan incrementar sus
patrimonios personales; no trabajan ya por el bien común de las personas. En
este contexto, la narco-política es sólo un engrane más en la maquinaria de un mercado
bursátil en el que las vidas humanas no cotizan.
Me quiero imaginar el siguiente mito,
narración de humana significancia: un político cualquiera, luego de infiltrase y
controlar al crimen organizado -del que se sirve y al que protege-, decide, por
un interés personal cualquiera, asesinar a alguno de sus presuntos enemigos; un
estudiante que piensa, por ejemplo. ¡Mátenlo!, -ordena. Sus subalternos,
soldados, gendarmes o policías, le tienen que obedecer. Estos no son libres. Sus
voluntades, sumisas al jefecillo en turno, carecen de la humanidad que debiera corresponderles
construir. Su vista doblegada es mera niebla. Pero cuando estos verdugos, seres
humanos disminuidos, al ejecutar su asesinato, se topan con la esperanza de una
joven mirada, reconocen el brillo de los ojos de una humanidad que a ellos les
falta. Se dan cuenta entonces que ellos, sicarios carniceros, son las verdaderas
víctimas. Se ensañaron con el rostro de Julio César Mondragón porque ellos no
tienen uno; se ensañaron con su mirada porque en ella vieron brillar una
libertad que su propio envilecimiento desconoce.
La filósofa Hannah Arendt descubrió la
banalidad del mal encarnada en los mediocres jefecillos que, con su firma,
avalan los más horrendos crímenes. Anodinos, se mantienen en la nómina de la
infamia por su cobarde vulgaridad: no se enfrentan a la mirada de sus
sentenciados (no podrían hacerlo). Lo que aquí estamos descubriendo es algo
distinto a dicha banalidad. Llamémosle, de manera provisional, “cólera del
mal”. ¿A qué se debe esta? Ya lo dijimos arriba: a la sumisa vergüenza
perturbada de un verdugo tiranizado que ve en la mirada de su víctima la
altivez de una humanidad libre y gozosa.
¿Para qué sirve la Filosofía? Reitero mi
respuesta: para mirar con unos ojos como los que le arrancaron a Julio César
Mondragón. En el tiempo infinito en el que ahora se encuentran, siguen viendo
libres. Así queremos ver.