lunes, 27 de octubre de 2014

Filosofía y miradas de libertad
Dr. Humberto González Galván


¿Para qué sirve la Filosofía? Contesto: para aprender a mirar con los ojos que le arrancaron a Julio César Mondragón. A sus 22 años, este joven estudiante normalista, a quien sus compañeros apodaban de cariño “el chilango”, fue asesinado con saña bestial por el gobierno mexicano. Día 26 de octubre, año 2014: el terrorismo de estado esta vez mató, además, a otros dos estudiantes; a 43 los tiene “desaparecidos”. Se trata de un crimen más de lesa humanidad, es cierto, pero también es otra cosa: el haber torturado a Julio César, haberle desollado el rostro y haberle vaciado las cuencas de los ojos, nos revela el exceso y saña propios de una modernidad globalizada que se centra en el dinero. Porque la parte atroz de esta modernidad, es la política neoliberal con la que los actuales gobernantes sólo buscan incrementar sus patrimonios personales; no trabajan ya por el bien común de las personas. En este contexto, la narco-política es sólo un engrane más en la maquinaria de un mercado bursátil en el que las vidas humanas no cotizan.

Me quiero imaginar el siguiente mito, narración de humana significancia: un político cualquiera, luego de infiltrase y controlar al crimen organizado -del que se sirve y al que protege-, decide, por un interés personal cualquiera, asesinar a alguno de sus presuntos enemigos; un estudiante que piensa, por ejemplo. ¡Mátenlo!, -ordena. Sus subalternos, soldados, gendarmes o policías, le tienen que obedecer. Estos no son libres. Sus voluntades, sumisas al jefecillo en turno, carecen de la humanidad que debiera corresponderles construir. Su vista doblegada es mera niebla. Pero cuando estos verdugos, seres humanos disminuidos, al ejecutar su asesinato, se topan con la esperanza de una joven mirada, reconocen el brillo de los ojos de una humanidad que a ellos les falta. Se dan cuenta entonces que ellos, sicarios carniceros, son las verdaderas víctimas. Se ensañaron con el rostro de Julio César Mondragón porque ellos no tienen uno; se ensañaron con su mirada porque en ella vieron brillar una libertad que su propio envilecimiento desconoce.

La filósofa Hannah Arendt descubrió la banalidad del mal encarnada en los mediocres jefecillos que, con su firma, avalan los más horrendos crímenes. Anodinos, se mantienen en la nómina de la infamia por su cobarde vulgaridad: no se enfrentan a la mirada de sus sentenciados (no podrían hacerlo). Lo que aquí estamos descubriendo es algo distinto a dicha banalidad. Llamémosle, de manera provisional, “cólera del mal”. ¿A qué se debe esta? Ya lo dijimos arriba: a la sumisa vergüenza perturbada de un verdugo tiranizado que ve en la mirada de su víctima la altivez de una humanidad libre y gozosa.

¿Para qué sirve la Filosofía? Reitero mi respuesta: para mirar con unos ojos como los que le arrancaron a Julio César Mondragón. En el tiempo infinito en el que ahora se encuentran, siguen viendo libres. Así queremos ver.