Caminito de la escuela…
-Dr. Humberto González
Galván-
Caminito de la escuela/ apurándose a llegar
con sus libros bajo el brazo/ va todo el reino animal…
porque en los libros/ siempre se aprende/ cómo vivir
mejor.
Francisco Gabilondo S., Cri-crí.
Todos somos auditorio, debemos aprender a escuchar,
en uno u otro camino, a luchar siempre contra el
ensimismamiento
y eliminar el egoísmo y el afán de imposición de todo
impulso intelectual.
H-G. Gadamer (“Sobre los que enseñan y los que
aprenden”).
Dos palabras, la misma.
Don Miguel León-Portilla da puntual noticia de la palabra
con la que los tlamatinime o
filósofos nahuas, en un Coloquio
llevado a cabo en 1524 que sería su última actuación pública, discuten con doce
franciscanos colonizadores, “defendiendo [ante ellos] sus opiniones y creencias”
religiosas, metafísicas y teológicas[1].
Traducidos con erudita fidelidad por León-Portilla, nosotros aquí sólo
entresacamos algunas mínimas secciones de dicho Coloquio, a fin de destacar un tono, una retórica, un estilo o,
mejor aún, un “modo de pensar”, el modo náhuatl que es el que, en última
instancia, queremos reconocer también en el “modo zapatista de pensar”, que
luego consignaremos. Dos modos de pensar y dos palabras, en última instancia,
la misma. Así hablaron los tlamatinime:
Señores nuestros, muy estimados señores:
Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra.
Aquí, ante vosotros,
os contemplamos, nosotros, gente ignorante…
Y ahora ¿qué es lo que diremos?
¿qué es lo que debemos dirigir a
vuestros oídos?
¿somos acaso algo?
Somos tan sólo gente vulgar…
Por medio del intérprete respondemos,
devolvemos el aliento y la palabra
del Señor del cerca y del junto.
Por razón de él, nos arriesgamos
por esto nos metemos en peligro…
…
Vosotros dijísteis
que nosotros no conocemos
al Señor del cerca y del junto,
a aquel de quien son los cielos y la tierra.
Dijísteis
que no eran verdaderos nuestros dioses.
Nueva palabra es ésta,
la que habláis,
por ella estamos perturbados,
por ella estamos molestos.
Porque nuestros progenitores,
los que han sido, los que han vivido sobre la tierra,
no solían hablar así.
Ellos nos dieron
sus normas de vida,
ellos tenían por verdaderos,
daban culto,
honraban a los dioses.
Ellos nos estuvieron enseñando
todas sus formas de culto,
todos sus modos de honrar (a los dioses).
…
Era su doctrina
que ellos nos dan nuestro sustento,
todo cuanto se bebe y se come,
lo que conserva la vida, el maíz, el frijol,
los bledos, la chía.
Ellos son a los que pedimos
agua, lluvia,
por las que se producen las cosas en la tierra.
…
Y ahora nosotros
¿destruiremos
la antigua regla de la vida?
¿La de los chichimecas,
de los toltecas,
de los acolhuas,
de los tecpanecas?
Nosotros sabemos
a quién se debe la vida,
a quién se debe el nacer,
a quién se debe el ser engendrado,
a quién se debe el crecer,
cómo hay que invocar,
cómo hay que rogar.
Oíd, señores nuestros,
no hagáis algo
a nuestro pueblo
que le acarree la desgracia,
que lo haga perecer…
Tranquila y amistosamente
considerad, señores nuestros,
lo que es necesario.
No podemos estar tranquilos,
y ciertamente no creemos aún,
no lo tomamos por verdad,
(aún cuando) os ofendamos[2].
Así hablaron los tlamatinime,
nos dice León-Portilla, sin servil sometimiento, aunque mostrando cautela y
respeto. Después de todo, como vencidos, “no pude existir de hecho un plano de
igualdad en la discusión. Sin embargo, no por esto dejan de oponerse con
valentía a los que consideran injustificados ataques contra su manera de
pensar”[3]:
Hablando ante numerosa gente y tal vez prefiriendo no ir
demasiado lejos a la vista de los frailes, sólo esgrimen los argumentos que
juzgan más apropiados para mostrar simplemente que el modo náhuatl de pensar en relación con la divinidad puede y debe
ser respetado, por poseer ciertamente un rico y elevado concepto acerca del
Dador de la vida y por ser igualmente sólido fundamento de sus estrictas reglas
de conducta y de su tradición inmemorial.[4]
Ello ocurrió en 1524, ¿qué destino y qué eco de esa
palabra atestiguamos hoy, en 2013? A casi quinientos años de aquel soberbio Coloquio, la escena histórica parece
reiterar la misma trama dialogal. Con otros personajes y en otro decorado
escénico, es cierto, pero preservando la misma soberbia, doble y desigual. Por
un lado, la soberbia, arrogante y megalómana, de la requisitoria del fraile
vencedor que enarbolaba inmutable a su dios único y opresor; Por el otro, la soberbia,
por magnifica y sublime, de la respuesta del tlamatini que defiende con dignidad sus tradiciones y dioses ancestrales.
Así se dio en 1524. Asá se está dando hoy, casi quinientos años después, en las
sierras de Chiapas. Así y asá, dos modos, a la postre, el mismo. Ya no es hoy el
cristianismo, portavoz ideológico de la monarquía colonialista de aquel
entonces; hoy es el neoliberalismo, portavoz ideológico de los monopolios, también
colonialistas, de este ahora globalizado; Un neoliberalismo disfrazado hoy tan mal
de democracia como antaño aquel (el cristianismo), disfrazado de bondad y
misericordia. Más bien caricaturas de aquello que pretenden respresentar. A
esta soberbia intolerante (en el fondo la misma) se enfrentaron antes los tlamatinime con tanto honor y dignidad como
ahora se enfrentan sus herederos, los pueblos originarios (entre quienes hay
que contar, como se verá, al movimiento rebelde zapatista como unos de sus
actuales voceros culturales). Tlamatinime
antes, neo-zapatistas hoy; una y la misma admirable soberbia de sencillez. En
efecto, aquellos (los tlamatinime) lograron
resistir y preservar un modo originario de
pensar cuyas características de humilde apertura, firmeza activa y
capacidad de escucha al otro podemos reconocer todavía en los pueblos ahora
llamados justo así, originarios: en sus tradiciones, sus lenguas, sus maneras
de vincularse a la naturaleza, de vincularse a la vida-muerte, de relacionarse
con sus dioses, de vincularse entre sí, etc.
A la anterior representación llegué luego de leer un
largo documento de 172 páginas que me hizo llegar el compa Tito (Así se le
conoce abajo; para “los de arriba”[5] es
el Dr. Gilberto Piñeda Bañuelos). En este largo documento (que valdría la pena
editar y difundir con generosidad) se recopila la experiencia extraordinaria de
un movimiento vigente y vivo, lleno de símbolos y acciones organizados con tal
congruencia en una visión de totalidad originaria, que cuesta trabajo no ser
seducido por la estética que circula sus venas. Porque es su estética la que
queremos resaltar aquí, no sin antes señalar la íntima vinculación “orgánica”
de estos modos de pensar-ser originarios, vinculación que impide pensar lo
estético separado e incomunicado de sus otros atributos culturales. Los modos de
pensar-ser originarios son, en última instancia, religiosos, entendiendo lo
religioso en su sentido más hondo y abarcador:
…entre los mayas y los nahuas, la religión no es
únicamente un aspecto más de su cultura, y, menos aún, un aspecto que haya
tenido como única finalidad la justificación del grupo en el poder para dominar
y explotar a los otros [como el cristianismo]… sino que es, esencial e
intrínsecamente, una vivencia del universo que impregna y dirige el sentido de
la vida en su totalidad; para ellos, los dioses están en todo, son el origen y
la generación continua de las cosas, son el espacio y el tiempo, y, por lo
tanto, determinan todo lo que el hombre es y todo lo que el hombre hace.[6]
El modo de este pensar-ser originario choca así con el
modo convencional que occidente ha adoptado con entusiasmo analítico a partir
del ascenso burgués y la división del trabajo. Así lo constata muy bien
Guillermo Bonfil Batalla:
...
en la cultura occidental se pretende separar y especializar distintos aspectos
de esa relación total (con las cosas del mundo): el poeta le canta a la luna,
el astrónomo la estudia; el pintor recrea formas y colores del paisaje, el
agrónomo sabe de la tierra; el místico reza ...y no hay forma, en la lógica
occidental, de unir todo eso en una actitud total, como lo hace el indio ...(y
esto conduce) al especialista que sabe cada vez más, de cada vez menos…[7]
El modo de pensar-ser originario, por su parte, construye
formas de espacio-tiempo estéticos, formas de espacio-tiempo políticos, formas
de estar, de conocer y de ser, andando los días como si fuesen caminos impregnados
de símbolos, de dioses, de respetados valores culturales, ya viejos de antes
(la lengua, el vestido, la madre tierra), ya nuevos de hoy (la democracia, la libertad,
el medio-ambientalismo)… ¿no tendría que resultar de este nuevo sincretismo
(sincretismo de abajo a arriba), una auténtica fiesta a los sentidos, una
auténtica estética otra que sólo nuestra mala costumbre occidental
segregacionista separa en compartimentos aislados? Apartheid de fuerza, que el
auténtico poder no puede ser discriminatorio:
A menudo se
ignora que el poder lo tiene siempre y solamente el pueblo. Lo tiene
siempre aunque sea debilitado, acosado, intimidado, de manera que no pueda
expresarse. El que ostenta la pura fuerza, la violencia, el ejercicio del
dominio despótico o aparentemente legítimo, es un poder fetichizado,
desnaturalizado, espurio, que aunque se llame poder consiste por el contrario
en una violencia destructora de lo político como tal.[8]
Por nuestra parte, es una exhibición estética de auténtico
poder[9] lo
que queremos
destacar del aconte-ser[10]
ocurrido el solsticio de invierno pasado: 21 de diciembre de 2012. Describamos
el hecho: cuarenta mil indígenas zapatistas de distintos pueblos mayas bajan de
la sierra chiapaneca, caminan en silencio, sus pasos son apenas un siseo
constante de pies raspando la tierra, sus coloridas vestimentas tornasolan su
arcoíris bajo una pertinaz llovizna matutina. Sus pasos los llevan a cinco
cabeceras municipales que “toman” pacíficamente, ¿cómo las “toman”, como las
“ocupan”?; así, caminando. Con tablas que ellos mismos llevan, quién sabe cómo
y desde dónde, improvisan una solida tarima, un puente que cruzan caminando, sin
detenerse, con el cerrado puño en alto:
Precedidos siempre
de la acción, antes que la palabra hueca de la clase política, este singular
desfile de columnas de los mayas zapatistas que sin excepción, incluyendo
niños, subieron –con el puño en alto– a tarimas situadas frente a los palacios
de gobierno de las cabeceras municipales tomadas y flanqueadas por la bandera
nacional y la rojinegra de esta organización, ratifican con este hecho
simbólico quiénes son los que mandan y protagonizan esta lucha que cumple 19
años de hacerse pública y que ha estremecido al mundo de la emancipación y las
rebeldías.[11]
¿No es este un auténtico aconte-ser estético-político?
Muchos de ellos jóvenes de edad; todos ellos jóvenes de
corazón y de esperanza. Saben que llevan el poder de la razón encerrado en esos
puños que desfilan en silencio por San Cristóbal, por Ocosingo, por Margaritas,
por Palenque, por Altamirano. ¿De dónde vienen?; los de abajo bajaron de las
Juntas de Buen Gobierno creadas hace diez años (agosto de 2003) en sus Caracoles, especie de municipios cuyos
poéticos nombres son ya los personajes mismos que ahora representan el
aconte-ser de la trama estético-política que nos regalan: 1) Madre de los
caracoles del mar de nuestros sueños (La Realidad); Torbellino de nuestras
palabras (Morelia); Resistencia hacia un nuevo amanecer (La Garrucha); Que
habla para todos (Roberto Barrios); Resistencia y rebeldía por la humanidad (Oventic).
Bajaron de sus Caracoles enclavados
en sus sierras; bajaron volando de sus
propios cielos con sus propias alas (así quiere ver Nietzsche[12]
la labor de futuro de su Übermensch);
bajaron de la selva en la que apuestan sus oasis
de felicidad (así le llama Eugen Fink al juego desde su ontología). Bajaron
los de abajo, los que siguen andando el noble juego de una existencia que
quiere ser digna y gozosa, a pesar de los “parásitos haraganes” (así les llaman
a ellos a los “políticos”), esos que han deshonrado la palabra:
Los
zapatistas marcharon este 21 de diciembre en orden, dignamente, con disciplina
y cohesión, y en silencio; un silencio que se escuchó fuerte. De la misma
manera en la que han tenido que cubrirse el rostro para ser vistos, ahora
interrumpieron la palabra para ser escuchados. Se trata de un silencio que
expresa una fecunda capacidad generativa de otros horizontes de transformación
social, una gran potencia. Un silencio que comunica voluntad de resistencia
frente al poder: Quien permanece en silencio es ingobernable, decía Ivan
Illich.[13]
¿Cuál fue el mensaje que dejó oír ese espléndido silencio:
¿ESCUCHARON?
Es el sonido del mundo derrumbándose
Es el del nuestro resurgiendo
El día que fue día, era noche
Y noche será el día que será el día.
Es este un modo de hacer auténtica política-religión, de
trabajar por el bien común-comunitario, usando un lenguaje estético-ontológico significativo.
El silencio es parte de este lenguaje. Sobre todo hoy en día, mal acostumbrados
como estamos al lenguaje vacío de la “clase política”, parásita y haragana (así
se le llama desde abajo) que, al no poseer poder (delegación legal y legítima
de una función), opta por la fuerza, su simulacro, atropellando todo aquello
que le recuerda su impotencia. El silencio suena y llama. La filósofa Fernanda
Navarro y el filósofo Luis Villoro escucharon en ese silencio una invitación:
tras
ese silencio nos invitan, nos incitan a caminar la palabra, su palabra, para
mostrar lo que ellos han logrado resistiendo y construyendo un mundo en el que
todo lo que tiene vida se ama y se respeta, porque tiene corazón.[14]
Los de abajo: un silencio, muchas miradas.
Juan Rulfo escribe su novela Los de abajo, que en algún momento pensó titular Los susurros, para describir una manera
de ser originaria que tiene que ver con algunos procesos fundamentales de la
existencia humana: la estirpe, el lenguaje, el amor, la muerte. Los de abajo
son los muertos que susurran sus deseos, sus esperanzas, sus proezas; son los
muertos que somos todos en tanto seres finitos que hablan. Quién diría que
ahora los de abajo, provenientes de
una ficción genial, estén ahora a punto de convertirse en categoría filosófica
para impulsar la comprensión comprometida de un movimiento político-cultural-social-armado
en pro de la justicia humana. La novela de Rulfo Los de abajo y el poema de Mario Benedetti El sur también existe, indican con la imaginación el horizonte que
ahora caminan los pueblos originarios, representados aquí por algunos de ellos
genéricamente designados zapatistas,
o neo-zapatistas. Así los hace ver el
documento Ellos y nosotros, que
incluye entre sus siete disparejas secciones, las siguientes: (I) “Las (sin)
razones de arriba”, y (IV) “Los dolores de abajo”. Las primeras (las
sinrazones) son las de los poderosos que todo lo tienen, y quieren sólo tener
más (único modo de un nunca tener nada); y los segundos (los dolores) son los
de los débiles que nada tienen, y quieren sólo preservar su ser (único modo,
aunque otro, de tenerlo todo). Esta dialéctica de los de arriba y los de abajo,
tematizada en Ellos y Nosotros por el
SupMarcos en el Planeta Tierra (así firma sus comunicados) en enero de este
2013, tiene como claro paralelo y antecedente el siguiente poema de Benedetti.
Demorémonos en él:
Con su
ritual de acero
sus
grandes chimeneas
sus
sabios clandestinos
su
canto de sirenas
sus
cielos de neón
sus
ventas navideñas
su
culto de Dios padre
y de
las carreteras
con
sus llaves del reino
el
norte es el que ordena.
Pero aquí
abajo, abajo
el
hambre disponible
recurre
al culto amargo
de lo
que otros deciden
mientras
el tiempo pasa
y
pasan los desfiles
y
pasan otras cosas
que el
norte no prohíbe
con su
esperanza dura
el
sur, el sur también existe.
Con
sus predicadores
sus gases
que envenenan
su
escuela de Chicago
sus
sueños de la tierra
con
sus trapos de lujo
y su
pobre osamenta
sus
defensas gastadas
sus
gastos de defensa
con su
gesta invasora
el
norte es el que manda.
Pero
aquí abajo, abajo
cada
uno en su escondite
hay
hombres y mujeres
que
saben a qué asirse
aprovechando
el sol
y
también los eclipses
apartando
lo inútil
y
usando lo que sirve
con su
fe veterana
el
sur, el sur también existe.
Con su
corno francés
y su
academia sueca
y sus
llaves inglesas
con
todos sus misiles
y sus
enciclopedias
su
guerra de galaxias
con su
saña opulenta
con
todos sus laureles
el
norte es el que ordena.
Pero
aquí abajo, abajo
cerca
de las raíces
es
donde la memoria
ningún
recuerdo dice
y hay
quienes se desmueren
y hay
quienes se desviven
y así entre
todos logran
lo que
era un imposible
que
todo el mundo sepa
que el
sur, el sur también existe.
De lo antes dicho (poema incluido), proponemos que los de
abajo habitan lo sur, en esta nueva mitología espacial de alcances y escuchas filosóficos
ontológicamente fuertes[15].
El silencio significativo de estas voces que se escuchan abajo, abre miradas
que son hoy legión, frente al mero bla-bla-bla ciego de tantos políticos
(parásitos holgazanes, como se les llama en lo sur) que, sin palabra, sólo son
ruido. En una entrevista a Fernanda Navarro, Dra. en filosofía y traductora,
ésta señala:
Me tocó
ir a Chiapas con John Holloway -autor del libro: Cambiar el mundo sin tomar el poder- y quedamos impresionados con
la visita al Caracol de Oventic por
el papel del lenguaje y su vínculo con el pensamiento indígena para nombrar su
cosmovisión, eso se traduce en una cosmovivencia, incluso en su gramática no
existe la palabra “enemigo”, la aprendieron con los españoles. El lenguaje maya
tiene 3 dimensiones: la palabra hablada, la palabra escrita y la palabra
escuchada y ésta te hermana, porque si bien puedes oír -ruidos-, escuchar es
comprender al otro, estar en la piel del otro, hacerte hermano del otro. Yo he
tenido que desaprender la filosofía occidental que estudié durante tantos años
en la UNAM (risas).[16]
Convocatoria del planeta Tierra y lo que escuchan las
miradas.
…la filosofía no la inventó gente que no se movía de casa
ni sentía curiosidad por los extraños… La filosofía es una actividad inventada
por griegos planetarios (recordemos que «planeta» en griego significa
«vagabundo») y por tanto, en cierto sentido, toda la filosofía es griega y, en
otro, nunca puede dejar de ser cosmopolita.[17]
Nos seduce esta idea de Fernando Savater. De ella
descubrimos la siguiente consecuencia: filosofía es vagancia que observa, es caminar
planetario que en su deambular compara y arriesga corolarios imaginativos para
exponerlos y exponerse, poniéndolos en plática-práctica[18]. La
filosofía es plática-práctica de “viajeros, exiliados, vagabundos,
expedicionarios… o habitantes de ciudades fronterizas, como los jonios,
acostumbrados a convivir con persas, helenos y egipcios”[19]. Este
cosmopolitismo originario de la filosofía es compartido por los pueblos
zapatistas. Creemos que el uso zapatista de la expresión “Planeta Tierra”, como
lugar que se habita y desde el que se escucha-mira y se emiten voces-actos;
lugar desde el que se platica-practica un mundo, una cosmo-vivencia (como dice
Fernanda Navarro), da fe de ese modo homo
viator originario de filosofar que a su manera impulsa su tocayo Fernando
Savater. Modo cosmopolita, planetario. Caminar es de suyo eso, ir abriendo la
mirada al horizonte siempre cambiante del que está en marcha. Caminar, mirar y escuchar
son claves para comprender y actuar, para platicar-practicar un mundo. Ser-estar
cosmo-vivencia. A eso remite con más precisión el saberse planetario, habitante
de un planeta, de un ente vagabundo. No así por cierto el término “global”,
cuya procedencia sospechamos más encaminada al establecimiento de relaciones
mercantiles y mediáticas (que no es lo mismo que comunicativas, sino casi su
contrario). Pero, además, ese hogar que camina se llama Tierra que, para muchos
pueblos originarios, es la madre Tierra; el terruño mismo en el que se siembran
las semillas, los mundos diversos en los que se puede vivir y desarrollar
costumbres.
[1]
Colloquios y Doctrina Christiana con que los Doze Frayles de San Francisco
enviados por el Papa Adriano Sesto y por el Emperador Carlos Quinto
convertieron a los Indios de la Nueva Espanya, en Lengua Mexicana y Española. Realizada en 1524, será hasta cuatrocientos
años después, en 1924, cuando se descubra el manuscrito original en el Archivo
secreto del Vaticano. Habiendo tenido luego un singular y significativo destino
editorial (Cfr. León-Portilla, M. La
filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. México. UNAM, 1993, pp.14-15 y
p.129), lo traduce en 1949 Walter Lehmann del náhuatl al alemán con el ya
tendencioso título de Dioses que mueren y
Mensaje Cristiano, pláticas entre indios y misioneros españoles en México, 1524.
[2]
Ibíd., pp.130-131.
[3]
Ibíd., p.129.
[4]
Ibíd., pp.129-130. Cursivas
nuestras.
[5]
“La propuesta zapatista, abundó [Pablo González
Casanova], es una nueva alternativa para la vieja disyuntiva reforma/revolución
que caracterizó el debate y las luchas de la izquierda en el siglo XX. Estamos ante
un nuevo momento, que cambia la geometría política, más allá de la oposición
derecha-izquierda, al hablar, como lo hacen los zapatistas, del arriba y el
abajo.” (Hermann Bellinghausen. La Jornada. 2013/enero/2).
[6]
De la Garza, Mercedes. El hombre en el pensamiento religioso
náhuatl y maya. México. UNAM, 1990, p.14.
[7]
Bonfil Batalla, G. El México profundo.
Una civilización negada. México. SEP/CIESAS, 1987, p.58. Citado por Edgar
Samuel Morales Sales en “La condición humana en la obra de Guillermo Bonfil
Batalla. Universidad Autónoma del estado de México. En línea (actualizado en
2006).
[8]
Carlos Fazio. “La razón, el poder y la fuerza”, en La Jornada.
2012/septiembre/17.
[9]
Aquí estamos también entendiendo “poder” como la
delegación legal, legítima y tradicional asignada de manera transitoria a una
persona o institución, a fin de realizar funciones en bien común de una
comunidad. Es, en cierta forma, sinónimo de razón. Separamos así al “poder” de
la “fuerza”, que suele ejercerse a falta de poder, es decir, de razón: “…ya le
decía el Viejo Antonio al sup Marcos: Si no puedes tener la razón y la
fuerza, escoge siempre la razón y deja que el enemigo tenga la fuerza. En
muchos combates puede la fuerza obtener la victoria, pero en la lucha toda sólo
la razón vence. El poderoso nunca podrá sacar razón de su fuerza, pero nosotros
siempre podremos obtener fuerza de la razón”. (Carlos Fazio. Ibídem).
[10]
Introducimos este neologismo a fin
de resaltar la intima conexión “orgánica” de los pueblos originarios y sus
modos de caminar la vida, modos en última instancia ontológicos pues, ¿no es el
Ser el todo?
[11]
López Rivas, Gilberto. La Jornada.
2013/enero/3.
[12]
Nietzsche, F. Así hablaba Zaratustra.
Un libro para todos y para nadie. (Los siete sellos o la canción del alfa y del
omega) Madrid. Alianza,
[13]
Hernández Navarro, Luis. “Rebeldía
viva. Derrumbe y renacimiento en el mundo zapatista”. La Jornada (2012/12/22).
[14]
Citado por Hermann Bellinghausen (La
Jornada. 2013/01/3).
[15]
Para una mínima presentación
epistémico-ontológica de lo que aquí se indica, mi trabajo Lo sur en filosofía puede ser eso, un prolegómeno, apenas
programático, a esta nueva mitología espacial.
[16]
Entrevista exclusiva con Clarín, escrita por Mario Casasús y
publicada el 28 de junio de 2011 (en línea).
[17]
Savater, F. Diccionario filosófico. Barcelona. Ariel, 2007, p.12.
[18]
Recordamos que plática y práctica
son sinónimos en uno de sus sentidos más arcaicos.
[19]
Ibídem.
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