miércoles, 24 de abril de 2013

LA FILOSOFÍA Y SU CONTEXTO SUDCALIFORNIANO

MANUEL MÁRQUEZ DE LEÓN Y EL CORAJE DE LA VERDAD





IV COLOQUIO DE FILOSOFÍA/UABCS/ LA FILOSOFÍA Y SU CONTEXTO SUDCALIFORNIANO

Por Luis Domínguez Bareño


Para mi hija Eurídice Calantha, en sus cinco añitos.

    En Septiembre de 1881 el General Manuel Márquez de León se encuentra redactando pensamientos filosóficos en San Francisco, California.[1] Todavía, un año antes, hizo el último intento de regresar al país a proseguir la lucha armada contra el gobierno de Porfirio Díaz, pero fue rechazado en ocasión definitiva, por las tropas federales en los límites de Baja California y Sonora.[2] Atrás quedaban las aventuras militares y políticas que se entrecruzaron en su vida: diputado y militar, general y gobernador, siempre intercambió la pluma y el fúsil dependiendo la situación que lo ameritara. Márquez de León dejaba atrás una vida de praxis bélica: defiende Mazatlán del desembarco norteamericano en 1847, organiza movimientos armados contra los filibusteros que ocuparon La Paz en 1853, es llamado a contener la reacción conservadora en el noroeste contra la Constitución de 1857, combatió a las fuerzas antiliberales en La Paz en 1860, luchó en Nayarit, Durango, Michoacán y Querétaro contra la Intervención francesa, se adhiere al Plan de Tuxtepec contra la reelección de Juárez y, finalmente, se levanta en armas contra la “calamidad del gobierno de Porfirio Díaz”.[3]

  En sus últimos años, los de escritura, el General se encontraba en los Estados Unidos en calidad de exiliado, enemigo jurado ya de Porfirio Díaz, su compadre del cual se sintió traicionado, con quien compartió campaña 10 años en el bando liberal. Se levanta en armas con el Plan de El Triunfo en  noviembre de 1879: logra apoderarse de La Paz durante algunas semanas, además también derrotó a las fuerzas porfiristas en Todos Santos y El Triunfo. La acusación contra Díaz era contundente:

La corrupción y la mezquindad de sentimientos van poco a poco extinguiendo en la República el fuego santo del patriotismo y el amor a la libertad. Los abusos del poder han intimidado a las almas débiles y comprados con los tesoros públicos esos avaros miserables que sólo piensan en su interés privado, ha venido entre nosotros a dominar la fuerza bruta a la razón y a la verdad. Tanta bajeza nos sumirá en la deshonra y en la ruina, si por medio de un esfuerzo supremo no reivindicamos nuestra dignidad manciillada…entonemos con voz firme el grito de libertad, rectitud de conciencia y reforma general en la marcha de los negocios públicos y pasemos el Golfo para llevar hasta la capital de la República la moralidad y el desprendimiento. [4]

  Las proclamas como esta perspectivizan las influencias ideológicas que pesan sobre la retórica de Márquez: el pasado y presente -y permanente- político profundamente nacionalista, liberal e ilustrado; apegado a la entronización de la razón y la verdad como dos cuestiones fundamentales a mantener para bien de la República. Aquí calla el reacio soldado y habla el personaje que no sólo a la razón aspira, sino creyente de los designios de Dios,  le mencionaba sin rubor a Benito Juárez “tengo una fe muy viva en la Divina Providencia…y a usted está encomendada la sublime misión de encaminarnos por el sendero de la moralidad.”[5]

 La vertiente escritural de nuestro personaje sudcaliforniano en cuestión, ha sido soslayada por completo en la historia literaria y científica de nuestra entidad. A fin de cuentas sólo los historiadores siguen la huella pues, sorprendidos por las acciones militares y políticas y sus consecuencias, han estudiado la cronología histórica de su vida y su tiempo. Tratando de poner en salvaguarda la imagen de un héroe ejemplar de nuestra patria[6] se sacrifica el pensamiento y la palabra misma del General a su obra práctica, esto incluso a llevado al punto de escribir historias literarias sobre la vida misma de Márquez basándose exclusivamente en sus hazañas, pasando por alto lo que nos cuenta por sus mismas obras escritas.[7] Muchas de las loas textuales que referimos, surgen al calor del empuje que se dio, el año de 1984, para lograr que los restos de Márquez fueran trasladados de la Ciudad de México a Sudcalifornia; asunto que fue complementado el dìa 5 de marzo de 1985 cuando los restos del héroe llegaron a su última y merecida morada, es decir, a la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres ubicada en la explanada del Teatro de la Ciudad de La Paz: “después de 95 años de ausencia, el héroe regresa a Baja California Sur…Su reacia figura, su coraje y acrisolado patriotismo permanecerán por siempre en las páginas del México independiente. Su vida y su obra, por ejemplares serán guía, ruta y destino para el pueblo sudcaliforniano.” [8]

  Hay muchas conjeturas que se pueden enmarcar en este desfase –o déficit de atención- que pesa sobre la obra escrita de Márquez en sí y la sobrecarga interpretativa de su accionar político y militar; de alguna  manera puede ser entendido desde el punto de vista de convenencierismo político, el que chorrea del estado moderno y su búsqueda incesante de legitimación[9], y que han explotado con insistencia la figura del “gran patriota”, incluso cumpliendo el pronóstico del tiempo le ”han hecho justicia” a las confidencias del escritor Márquez que, con su pluma señalaba:


En mis ratos de soledad, en esas horas de amargura que para el desterrado, luchando con el destino adverso, acuden a mi mente algunos pensamientos, hijos acaso de un cerebro calenturiento, donde no es posible la tranquilidad; y tales como ellos se presentan los consigno al papel, único amigo en quien hoy deposito mi confianza para que los lleve al seno de mi adorada patria, donde espero que algún día se hará justicia a mis sentimientos.[10]

 Márquez le apuesta al futuro de su lucha en otro plano, al entendimiento e indulgencia de la patria para con su causa ¿Por qué? Por la situación histórica que le correspondió vivir, por esa esperanza puesta en el futuro, de salvación y de progreso; pero también del espíritu inquietante y vacilante de una nación amenazada, sujeta al filo del capricho del poderoso vecino, que no le permitía ni la certeza de seguridad en sus propias fronteras.[11] Márquez aparece aferrado al pronóstico siempre, sus llamamientos tempranos, desoídos, para salvaguardar la frontera norte, son muestra del pronóstico racional del futuro y que siempre combinó con cierta esperanza religiosa:

con frecuencia ve acertadamente el futuro, pero se parece también al visionario, pues no puede más que esperar el futuro. Desea acelerar este futuro y que sea acelerado por él…Pues, para qué le sirve si lo que reconoce como lo mejor, no va llegar a ser lo mejor en toda su vida.[12]

  El deseo de acelerar el paso, con la fe ciega en el pronóstico de Márquez, hace implosión en la Revolución de El Triunfo de 1879. Los historiadores no se explican del todo el por qué de una Revolución en la Baja California, quizá Márquez buscaba simplemente cumplimentar esta vez la anticipación contrafáctica que siempre enarboló y que nunca pudo dirigir a su antojo; bajo la sombra de los liberales, de Juárez, de Díaz, de Mendez, Márquez nunca pudo dar rienda suelta, en pleno, a una reacción por sus temores metafísicos que auguraban una pérdida por la frustración de sus expectativas políticas: el control de la ley, la moral, el bienestar público, la cultura, la educación, la ciencia no eran poca cosa. Lo cierto es que la revuelta bajacaliforniana, contra lo que se auguraba como una larga y férrea dictadura[13], probó a Márquez que el tiempo histórico se compone de experiencia y no sólo de expectativa; que por más que se deseé salir del presente, acelerándolo, no podremos privarlo de su capacidad de reacción, la realidad se impone al deseo, aunque vaya armado de cálculo político, praxis belicosa y salvación religiosa. Márquez vivió propiamente lo que una Revolución comenzaba a significar: ya no el curso natural cíclico de la historia, sino la adquisición desde entonces de una dirección sin retorno,[14]como fue una dirección sin retorno la huida hacia el norte, librando a lomo de caballo, cientos de kilómetros de desierto bajacaliforniano; los encuentros esporádicos con las tropas porfiristas y la salvación, paradójica, al cruzar hacia el país del norte por la línea divisoria, que nunca debió ser tal si el pronóstico preciso del tiempo histórico hubiese sido leído, en sus sabias líneas, por los compatriotas.



 
  Pero la derrota de las armas no implica el derrumbe de las ideas, al contrario, es la continuación de la batalla por otros medios, como se autojustifica Márquez en el discurso preeliminar de sus pensamientos filosóficos:

Persuadido de que el origen de los males que pesan sobre mi país es la corrupción, ese veneno que mata la dignidad y envilece a las naciones, me he propuesto combatirlo con la pluma, ya que contra un enemigo tan temible por su ruindad, poco sirve la espada.[15]

  La obra filosófica en cuestión es una exaltación de la patria como estado moderno y de la religión cristiana como fe verdadera. La cuestión de verdad en Márquez tiene un peso determinado cuando se le agrega politicidad, más que eso política, religión y verdad penden de una alta tensión que, a menudo se rompe, teniendo consecuencias irreparables. En eso el autor fue un adelantado, sale del posicionamiento estrictamente individual, concebible en su época, y se vuelve un liberal crítico con la comodidad del tratamiento economicista de la política, esa es su defensa moral de la cosa pública. No hay ambigüedad, ni en el liberalismo polìtico y ni en la ardua fe marquista en la providencia, siempre será una razón secular (equilibrista del pensamiento) la que guía sus pasos, como explica en su obra:

Liberal por principios y enemigo de toda intolerancia, abracé la causa de la reforma y expuse por ella mi vida muchas veces, porque a mi ver el partido conservador nos quería imponer por la fuerza lo que solo debemos admitir por la razón, supuesto que el mismo Dios respeta nuestra Independencia dejándonos el libre albedrío. Siempre he opinado que la usurpación y la tiranía se tienen que combatir por la fuerza, pero que sobre la conciencia sólo es lícito emplear la doctrina, por manera que me considero con derecho a que se me tenga por imparcial y se crea que no hago más que manifestar libremente mis principios filosóficos, que por fortuna no pugnan con la religión cristiana.[16]

 Hemos visto al hombre de fe, separar en el pensamiento su creencia y su razón; preponderante a esta última lo llamamos filósofo pues en su “punto de vista secular, la razón es la que determina por derecho propio lo que cuenta como un argumento válido o inválido en cada caso”.[17]



   El recorrido de Márquez de León no ha concluido, el recuento historiográfico de su vida y obra sólo se ha visto desfilar su lado activo, en cuanto a práctica. Para una apreciación global de lo que representa en la historia filosófica de sudcaliforniana, queda pendiente el análisis intensificado de esa obra única y fundacional, por muchos años, en las letras y pensamiento de nuestra península: En mis ratos de soledad.

   La desesperación conceptual de la obra contrasta con la búsqueda incesante de la felicidad de la patria, aunque la luz de la verdad no se opaca ante la insistencia en subrayar lo simbólico de lo religioso; Márquez apunta que la acción debe ser guiada por el eje rector de la idealización ética discursiva, como reducto infranqueable de la trascendentalidad de un pueblo. Afirma, el caudillo del pensamiento, su autoridad moral en el coraje de la verdad, que refleja la inteligencia de lo constituido, como intensificación de la vida a través del texto filosófico. Cabe terminar recordando la necesidad de no sólo una historia, sino también una filosofía (¿por qué no una filosofía de la historia sudcaliforniana?) que nos eduque orgullosos de ella, en toda su plenitud.



La Paz, Baja California Sur, 23 de Abril de 2013.



[1] Márquez de León Manuel, En mis ratos de soledad. Pensamientos filosóficos, Editorial Aristos, México, 1977.p. 8.
[2] Buelna Eustaquio, Apuntes para la historia de Sinaloa, Secretaría de Educación Pública, México, 1924. P. 6.
[3]Coronado Eligio Moisés y Trasviña Taylor Armando, Márquez y Ortega: dos revolucionarios, Instituto Sudcaliforniano de Cultura, La Paz, 1996.
[4] Manifiesto del General Manuel Márquez de León a los habitantes de Baja California, Archivo Histórico Pablo L. Martínez, Ramo de Guerra, vol.155.
[5] Carta de Márquez de León a Benito Juárez, fechada el 6 de Septiembre de 1866 en Villa Unión, Sinaloa.
[6] Todavía en 2008 el Profr. Leonardo Reyes Silva, nos señala en su libro sobre Márquez que aquel jamás prestó servicio alguno al régimen imperial de Maximiliano de Habsburgo, tal y como lo habría injuriado Porfirio Díaz por las fechas en que rompieron amistad y, probable motivación de Márquez, para orquestar la Revolución de El Triunfo de 1879. Véase Reyes Silva Leonardo, Tres hombres ilustres de Sudcalifornia, XIII Ayuntamiento de La Paz, 2008, La Paz, pp. 66 y 67.
[7] Documentos inspiradores, y valiosos sin duda, se volcaron a narrar las peripecias de nuestro màximo hèroe sudcaliforniano. Cabe citar los trabajos “En busca de Manuel Márquez de León” del profr. Jorge Amao Manríquez ó el “Manuel Márquez de León, un californiano ilustre” que escribiera el profr. Jesùs Inès Agúndez Martínez.
[8] Reyes Silva Leonardo, Op Cit., p. 67.
[9] Koselleck Reinhart, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidós, Barcelona, 1993, p. 29.
[10] Márquez de León Manuel, Op. Cit., p.8.
[11] “los vecinos de un estado son sus enemigos naturales, y precaverse de ellos no importa una provocación” Extracto del Proyecto de Estatuto Orgánico para la Baja California que envía Márquez de León, en 1878, al entonces Ministro de Gobernación Trinidad Garcìa.  Río Ignacio del, “Inquietud de Márquez de León, 1878”, en Miguel Mathes, comp., Baja California. Textos de su historia, Instituto Mora/SEP/Gob. Del estado de Baja California Sur, t II, 1988, pp. 22-23.
[12] Koselleck Reinhart, Op. Cit., p. 37.
[13] Reyes Silva Leonardo, Op. Cit., p.66.
[14] Koselleck, Idem.

[15] Márquez de León, Op.Cit., p.6.
[16] Márquez de León, Ibid., p. 37
[17] Habermas Jürgen, El resurgimiento de la religión, ¿un reto para la autocomprensión de la modernidad?, Revista Dianoia, Volumen LIII, número 60 (mayo 2008), p. 14.



FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA



-Archivo Histórico Pablo L. Martínez (AHPLM), Ramo de Guerra (IX), vol.155.

-AMAO Manríquez Jorge, En busca de Manuel Márquez de León, La Paz, Gobierno de Baja California Sur, 1985.

-BUELNA Eustaquio, Apuntes para la historia de Sinaloa, SEP, México, 1924.

-CORONADO Eligio Moisés y TRASVIÑA Taylor Armando, Márquez y Ortega: dos revolucionarios, Gobierno del Estado de Baja California Sur, 1996.

-KOSELLECK Reinhart, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidós, Barcelona, 1993

-HABERMAS Jürgen, El resurgimiento de la religión, ¿un reto para la autocomprensión de la modernidad?, Revista Dianoia, Volumen LIII, número 60 (mayo 2008).

-MÁRQUEZ de León Manuel, En mis ratos de soledad. Pensamientos filosóficos, Editorial Aristos, México, 1977.

- _______, Don Benito Juárez a la luz de la verdad, 2a. de S Lorenzo, México, 1885.

-MARTÍNEZ L. Pablo, Historia de Baja California, Mexicali, Universidad Autónoma de Baja California, 2005

-REYES Silva Leonardo, Tres hombres ilustres de Sudcalifornia, México, Municipio de La Paz, 2009.

-RÍO Ignacio del, "Inquietud de Márquez de León, 1878", en Miguel Mathes, comp., Baja California. Textos de su historia, México, Instituto Mora/SEP/Gobierno del Estado de Baja California Sur, t.II, 1988.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario